En el ocaso del bloque comunista en Europa del Este se iniciaron conversaciones diplomáticas entre países de Occidente —Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la República Federal de Alemania— y la Unión Soviética para afrontar los retos de la reunificación de las dos Alemanias.
La aprobación de la URSS se obtuvo con la promesa —hoy de conocimiento público por varios documentos desclasificados— de que la OTAN (la alianza militar y política entre Europa y Norteamérica) no se expandiría más allá de las fronteras de una Alemania unificada. Ante este compromiso, se procedió a la reunificación pacífica de Alemania en 1990, aunque las tropas rusas se mantuvieron acantonadas en Alemania Oriental hasta 1994.
El siguiente reto, tras la desintegración de la URSS en 1991, fue solucionar el riesgo de que la Ucrania independiente se quedara con el arsenal nuclear soviético en su territorio. Las autoridades ucranianas temían una agresión rusa en el futuro y consideraban que ese arsenal era su único elemento disuasorio. En 1994, Estados Unidos, Inglaterra, Ucrania y Rusia firmaron el Memorando de Budapest, que garantizaba la soberanía ucraniana. A cambio de ayuda financiera e incentivos económicos, Ucrania accedió a entregar todo su armamento a Rusia para su desmantelamiento. Cabe aclarar que no tenía mucho sentido conservar ese arsenal sin los códigos de lanzamiento, que estaban bajo resguardo en Moscú.
Pese a las promesas de los países occidentales, a partir de 1999 la OTAN inició un agresivo proceso de expansión hacia los países europeos que habían conformado el bloque comunista, acompañado de su ingreso a la Unión Europea. De esta forma, no solo se apartaron de la esfera de influencia rusa en el ámbito militar, sino también en el político y el económico.
A inicios de este siglo, Rusia empezó a recuperar su economía tras varios años de recesión, recibiendo inversiones extranjeras directas. Ante este nuevo escenario, se produjeron acercamientos entre Rusia y la OTAN para tratar de solventar tensiones geopolíticas latentes que pudieran derivar en futuros conflictos. Incluso colaboraron en la guerra contra el terrorismo islámico, del que Rusia también era blanco debido al conflicto bélico en Chechenia. Sin embargo, décadas de desconfianza mutua entre rusos y europeos hicieron imposible llegar a consensos en los temas más sensibles.
En noviembre de 2004, en Ucrania, y en medio de fuertes acusaciones de fraude electoral para impedir el triunfo del reformista antirruso Viktor Yushchenko, estalló la serie de protestas masivas conocida como la Revolución Naranja. Como resultado de la intensa presión ciudadana, se convocaron nuevas elecciones en diciembre, en las que Yushchenko obtuvo una clara victoria.
En ese contexto, Ucrania solicitó convertirse en miembro de la OTAN. En 2008, en la reunión anual de la alianza celebrada en Bucarest, y a la que asistió Vladimir Putin como invitado especial, varios países europeos —encabezados por Alemania y Francia— se opusieron al ingreso de Ucrania para aplacar a la delegación rusa. Ese mismo año surgió el primer síntoma del resurgir de tensiones entre Rusia y Europa con la breve guerra entre Rusia y Georgia por disputas territoriales en el Cáucaso, conflicto en el que Georgia recibió el apoyo categórico de la Unión Europea.
En las elecciones ucranianas de 2010 resultó electo Viktor Yanukóvich, candidato prorruso del hoy proscrito Partido de las Regiones. Bajo presión de Moscú, Yanukóvich se negó a sancionar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, ya aprobado por el Parlamento (Consejo Supremo), lo que generó masivas protestas que derivaron en su renuncia y huida a Rusia a inicios de 2014.
Tras estos sucesos, las autoridades locales de Crimea —península ucraniana en el mar Negro— celebraron un polémico referéndum en el que se decidió la separación de Ucrania y la unión con Rusia, seguida de su anexión oficial en marzo de 2014. Acto seguido, separatistas prorrusos en la región ucraniana del Donbás —de mayoría étnica rusa y afín a Moscú— declararon la independencia de las provincias de Luhansk y Donetsk, provocando un conflicto bélico con el gobierno ucraniano. En 2015, con la intervención diplomática de Francia y Alemania, se alcanzó un cese al fuego mediante los Acuerdos de Minsk, que comprometieron a ambas partes a llevar a cabo procesos políticos para resolver la situación, como referéndums en los territorios disputados para definir su soberanía, basados en el principio de autodeterminación.
El autor es abogado.

