Siempre hemos soñado con una Panamá única y una para todos, pero lamentablemente no es así. Existe una Panamá flagelada por tormentas naturales que algunas se convierten en huracanes, como Julia, que pasó por el istmo estos últimos días. Pero la principal catástrofe que padece esta Panamá es el huracán de la corrupción que azota a los más necesitados. Día tras día vemos y sentimos los golpes que deja este huracán arrasando con la salud, educación y mejor calidad de vida que merecían todos los panameños.
Por otro lado está la Panamá del Nunca Jamás; un país en donde viven unos pocos niños perdidos, (como figuraba el autor J.M. Barrie en su novela Peter Pan), que no crecen y viven sin un norte, sin responsabilidades y haciendo lo que les da la gana. Estos niños viven en una isla, como una especie de burbuja que adormece las conciencias por pensar solamente en ellos mismos, en el “qué hay pa’ mí”. Y es que patéticamente este Panamá del Nunca Jamás gobierna a todos, a la Panamá de huracanes y a ellos mismos, y quizá en ese adormecimiento se han olvidado de la primera Panamá y le arrebatan todos los recursos que se merecen.
Ya la pena y la vergüenza se perdió en la forma de gobernar. Recientemente quedó evidenciado cómo los líderes de la Panamá de Nunca Jamás tenían sus ojos y sus prioridades en aumentar su colectivo partidista mientras en la Panamá de huracanes, Julia hacía estragos. Era más importante para los dirigentes visitar primero los centros de inscripción al partido oficial con la vana esperanza de insinuar un poder político con miras a las futuras elecciones, que acompañar, organizar y liderizar una jornada preventiva y de acción ante el cataclismo que dejó Julia.
Ojalá solo fueran desastres naturales. El huracán de la corrupción está dejando sin calles, caminos, puentes a la mayoría de la población; mientras que las altas figuras del Panamá de Nunca Jamás se transportan en helicóptero y camionetas de alta gama. En el Panamá de los huracanes, la educación la han dejado a un tercer nivel cuando se tenía la esperanza de ser la estrella que iluminaría todo. Las escuelas y universidades cayéndose a pedazos y el aumento de escuelas ranchos, donde los niños no tienen un lugar digno para estudiar. Mientras en el Panamá de Nunca Jamás, le recortan presupuesto a instituciones como el Gorgas y Senacyt, para tener presupuesto para pagar publicidad estatal, alquiler de autos y la elevada planilla.
Mientras, en el Panamá de los huracanes, la falta de estrategia política han elevado el costo de la vida, han aumentado el desempleo y el empleo informal, han encarecido la canasta básica y abusado exorbitantemente el precio de los medicamentos; en la Panamá de Nunca Jamás, se contratan políticamente más personas a las instituciones, se licitan proyectos para darle una dieta de mariscos y carnes a los altos funcionarios y se premia a los donadores de campaña y amigos del gobierno con incentivos fiscales.
Cuánto anhelamos una Panamá única, donde prevalezca la igualdad y las ganas de crecer en todos los sentidos. Que esa Panamá de Nunca Jamás habitada por niños perdidos que viven del libertinaje pueda hacer un giro copernicano en pro del bienestar social. Quizá veamos este anhelo como algo lejos o difícil. Pero razón tenía don Jerónimo de la Ossa al escribir en nuestro himno: “Es preciso cubrir con un velo... Del pasado el calvario y la cruz”. Debemos cubrir el huracán de la corrupción con el velo de la verdad, de la justicia, de la igualdad, del respeto y del trabajo sin más dilación, para así lograr una Panamá donde solo reine el amor fraternal.
El autor es trabajador independiente
