Es una muestra de cobardía mediocre, que revela la incapacidad argumentativa de quienes lo han hecho, utilizar un viejo video de las hijas del presidente —con un personaje siniestro del caso Blue Apple al fondo— para implicarlas en unos “supuestos” que, como novela mediocre, podrían tener algún sentido, pero que en la vida real solo nos distraen del verdadero fondo del asunto: las formas de la corrupción.
El despacho de la Primera Dama, como muchas de las costumbres “sociopolíticas” que tenemos en nuestro país, es una herencia de Estados Unidos. Es tan ridículo como una monarquía tener a la esposa del presidente ocupada en menesteres sociales que ya el propio Estado debería atender. Se trata de nepotismo barnizado de quehacer institucional, una forma elegante de corrupción.
Las hijas del presidente, por muy profesionales que sean, no deben figurar en ningún área gubernamental. Tampoco el hermano del presidente, embajador en Portugal. Por muy capacitados que sean sus amigos, vecinos o familiares para ocupar un puesto, no los nombre. Eso también es nepotismo, botellerismo, robarle al Estado. No solo hay que ser transparente: hay que parecer transparente.
Esa moda de políticos que dicen en redes que los viajes institucionales o desplazamientos a ferias y desfiles folclóricos “me los pago de mi bolsillo” solo revela lo poco transparentes que son. El Estado debe correr con esos gastos, pues están reglados y sujetos a fiscalización. Porque, aunque usted los pague, va en representación de una institución o del país. Si usted lo paga, no representa nada más que sus propios intereses.
No, las hijas del presidente no deben aparecer dando opiniones sobre ningún área del Estado. Ese es el fondo del asunto. Se votó por su padre; aquí no hay “pack familiar”. Esa es una herencia que no nos corresponde.
Es hora de avanzar hacia una sociedad madura, que haga las cosas como deben hacerse, y no impuestas por viejos amos que regresan para reclamar lo suyo.
El autor es escritor.

