“Póngale la vacuna contra la meningitis, pero no le ponga nada contra Covid, ni contra influenza o sarampión, ni ninguna otra”, es la instrucción categórica de la madre.
Este es el lastre inmediato de la desinformación y de las campañas contra vacunas y vacunación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef (el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) acaban de informar que, en 2024, “más de 14 millones de niños en el mundo han dejado de recibir vacunas contra enfermedades infecciosas prevenibles. Una cifra que no honra la justicia social, ni la preocupación por el bienestar de los niños. Es el producto de la desinformación y, por qué no, del despropósito ideológico de la maldad, que se divulga por redes “antisociales”, consultorios médicos, en reuniones sociales y conversaciones familiares.
Existe un grupo de “no vacunados”, niños que no han recibido ninguna vacuna, que se conoce como el “grupo ninguna dosis” (“zero group”). Nueve países concentran la mitad de los niños no vacunados. En otras palabras, uno de cada siete niños no recibe ninguna dosis de ninguna vacuna. ¿Adivinen qué países son? Son países pobres, los más pobres y más vapuleados por el analfabetismo higiénico, por la falta de integridad y ética de sus gobernantes, por el abandono de la colaboración internacional, por el desprecio a la Ciencia y por ser los más vulnerables a las trampas de las teorías de conspiración y las ideologías anti-vacunas y anticiencia.
El informe señala que cerca del 89% de los niños menores de 1 año de edad recibieron la primera dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DPT) en 2024 y solamente un 85% completaron la vacunación de esas enfermedades. Completan la vacunación quienes reciben las tres dosis requeridas del primer año de vida. Esto significa que un 15% de los niños no han sido vacunados con la DPT, un porcentaje tan alto como insostenible desde la bioética. No hay equidad cuando hay niños sin vacunarse.
Los recursos para esta actividad de la vacunación de la OMS se han diezmado seriamente por la desafortunada decisión de Donald Trump de abandonar la Organización a su propia suerte, junto con sus compromisos monetarios y el congelamiento de prácticamente todos los programas de ayuda humanitaria, que no terminó con el cierre de la Agencia de Desarrollo (AID). Como no ha sido suficiente, la Secretaría de Salud bajo Robert F. Kennedy Jr. ha terminado la ayuda de miles de millones de dólares para la alianza de vacunas Gavi (la Alianza Global por la Vacuna), aduciendo que el grupo “ha ignorado la ciencia”. Si no hay cinismo en esto, hay otra definición de ciencia en esa administración, y esto es obvio cuando ni siquiera el secretario RFK Jr. conoce las cifras de muerte por Covid-19 en su país, ni para qué se vacuna a las personas.
En Estados Unidos, señor secretario, se confirmaron 103,436,829 casos de Covid-19 y 1,226,351 muertes. Algo más para Ud.: las vacunas probadas eficaces y seguras se aplican a todas las personas a riesgo de morir por la seriedad de sus complicaciones, debido a que ellas sufren otras morbilidades, y a todas las personas sanas, para que no contraigan una enfermedad que deja secuelas y muerte. Un cuerpo escultural, una edad juvenil, un optimismo arrollador y ni la enfermedad mental excluyen a nadie de vacunarse.
En 2023, según Gavi, 57 países no vacunaron con las tres dosis de DPT a sus niños, 15.6 millones, de los cuales 11 millones no recibieron ninguna dosis de ninguna vacuna y 4.6 millones fueron vacunados de forma incompleta. Gavi ha logrado en 23 años (2000-2023) vacunar arriba de 1,100 millones de niños en programas de vacunación regulares en 78 países. Al finalizar 2023, se han rescatado más de 18.8 millones de muertes futuras.
Cada vacuna que se le sustrae a un niño lo deja expuesto a una enfermedad incapacitante de por vida, o a una muerte prevenible. Esto no debe ocurrir ni lo deben permitir los padres de los niños. El carácter médico, su formación integral y su honestidad deben honrarse para desentrañar la desinformación, venga de donde venga. La desinformación no puede secuestrar las decisiones correctas que se esperan en los programas para proteger la vida, el crecimiento y el desarrollo normales de los niños.
Las sociedades médicas, como las autoridades de salud, tienen que plantarse con verticalidad frente a las serias amenazas contra la salud de los niños. Hay un resurgimiento de las teorías de conspiración, aupado con los cambios por connivencia o complicidad en las políticas de salud que se vienen dando en los Estados Unidos, cambios que obedecen a defectos de personalidad y agendas de desquite y revancha, de ninguna sanidad mental y de ninguna cualidad gregaria ni científica, que inciden negativamente en las políticas sanitarias a nivel mundial. La constitución del conocimiento, destituida con plumazos de órdenes ejecutivas excéntricas, ofensivas e inmorales, tiene que defenderse desde el mismo momento en que la tinta no mancha más el documento.
El autor es médico.

