Mañana, 5 de mayo, los panameños estaremos escogiendo a las nuevas autoridades que gobernarán al país. Estaremos decidiendo el futuro de un pueblo que se consume entre los discursos, las encuestas, las propuestas, las alianzas, los fake news, los comunicados, las denuncias y las promesas; son formas de lectura constructoras de una decisión en el marco de la democracia, porque leer es tomar una decisión en base al criterio y el conocimiento.
En su libro: Lectocracia: Una utopía cívica, el doctor Joaquín Rodríguez nos brinda una etimología de la palabra “leer”: “Leer proviene del participio latino legere que, a su vez, procede de la raíz indoeuropea leg. En el camino de los sucesivos siglos la e del verbo latino en infinitivo se acabó perdiendo, como en tantos otros ejemplos, hasta encontrarnos con el verbo leger. Dicen los filólogos, además, que las consonantes oclusivas latinas tienden a suavizarse y que la g interpuesta acabaría por desaparecer en la pronunciación. En todo caso, el significado de legere es el de escoger, elegir o seleccionar, incluso el de preferir, optar o decidirse por”.
Por eso la noción de lectura está implícita en todas las esferas de la vida, porque leemos constantemente el mundo para tomar decisiones. Alberto Manguel en su obra Una historia de la lectura, nos ha dado una idea de la transversalidad de la palabra lectura y su poder en la construcción de la democracia: No solamente se lee ese objeto maravilloso de la tecnología que está hecho de papel y tinta, también se leen las constelaciones, el clima, los planos, el terreno, las cartas, los instrumentos de navegación, la mano, las huellas en el tiempo, se leen los sueños, las notas musicales, se leen las corrientes marinas, se lee el pasado. Leemos para decidir un camino, una ruta, un horizonte hacia la libertad.
Panamá no solo es una nación de analfabetas funcionales, también es un país sumergido en un analfabetismo político que impide leer la realidad, ya que los ciudadanos no saben leer sus necesidades reales porque el clientelismo político les ciega el criterio. No saben leer su presente porque el narcisismo y el oportunismo les imposibilita ser empáticos, resilientes y solidarios. Somos incapaces de leer la memoria colectiva, porque el individualismo la ha perdido y por eso el destino es una constante reincidencia de errores y decepciones.
Me pregunto si durante todos estos años de lecciones y experiencias, hemos practicado el ejercicio de leer nuestra propia circunstancia histórica, nuestros contextos y escenarios de conflicto que nos obligan a tomar decisiones; acaso hemos aprendido a leer con espíritu crítico nuestro pasado o nos hemos convertido en analfabetas crónicos incapaces de leer las intenciones antidemocráticas y deshumanizadoras de algunos que quieren llegar al poder.
A estas alturas, es triste reconocer que los grandes programas y proyectos humanistas nacionales relacionados a la lectura, la educación y la cultura, que son pilares de los derechos humanos y la libertad, se han perdido. Sin embargo, somos tercos (esta terquedad se la debemos a Diana Morán), porque decidimos seguir anhelando otro modelo de sociedad; una utopía realizable con potencial de mejorar la calidad de vida de la gente y con un soporte cívico que defienda la verdad.
El doctor Joaquín Rodríguez nos habla de una Lectocracia que, en suma, sería el ejercicio de la lectura como fundamento del espíritu crítico, del pensamiento capaz de trascender las convicciones más larvadas, las certidumbres más escondidas (…) en suma, como un ejercicio personal y colectivo que reclame la vigencia de la utopía humanista, que rescate esos principios de la ascesis lectora compuestos de paciencia y tenacidad, indagación y reflexividad, contención del juicio y escucha activa, fundamentos todos del espíritu y el pensamiento críticos.
Mañana estaremos en las urnas para tomar una decisión como (e)lectores. Como individuos y como colectivo tendremos la responsabilidad, según la lectura que tenemos de nuestra realidad, de nuestras injusticias y carencias, de nuestras miserias urbanas y rurales; según la lectura que tenemos de nuestras instituciones y autoridades; tendremos la oportunidad, una vez más, de ser legítimos ciudadanos porque el poder que tenemos como electores y lectores es también el poder de realizar el milagro de escoger a las personas que realmente merecen gobernar.
Joaquín Rodríguez nos dice que la Lectocracia sería también la posibilidad de recuperar el papel transversal de la lectura como posibilidad de darnos a todos la fuerza para escoger de manera soberana y crítica aquello que nos conviene. Si como panameños sabemos leer las formas de país que somos y reconocemos sus necesidades reales en términos socioculturales y socioeconómicos, si tenemos una lectura correcta de sus carencias y amenazas, deberíamos elegir a conciencia, con salvedad de que también nos podemos equivocar, que ya nos ha pasado.
Si, por el contrario, la equivocada lectura de la realidad, no nos permite leer las necesidades vitales como país, y nos marean con palabras encriptadas que esconden la verdad y nos impiden ser cívicos e incapaces de intervenir en las decisiones que aporten en la construcción de la democracia; entonces, si es esa la lectura del país, seguiremos interpretando que es correcto el “robó, pero hizo”, y, al final, cuando esa misma realidad nos pase factura, no le echemos la culpa al mal político, sino a nosotros mismos.
El autor es escritor.
