En medio del ajetreo diario, entre el trabajo, la familia y las responsabilidades, muchas personas adultas dejan de lado un hábito poderoso que puede cambiarles la vida: la lectura y la escritura. Tal vez lo vean como algo propio de estudiantes o piensen que ya es tarde para empezar. Pero la realidad es otra: leer y escribir con frecuencia no solo enriquece el alma, también mantiene el cerebro activo, alerta y saludable.
A menudo pensamos que la lectura y la escritura son habilidades que se aprenden en la infancia y que en la adultez se usan solo por necesidad. Sin embargo, estas dos capacidades son mucho más que herramientas básicas: son puertas abiertas al bienestar mental, a la creatividad y a una vida más activa, incluso en la madurez. Estudios recientes en neurociencia han demostrado que cuando una persona adulta lee o escribe con regularidad, se activan múltiples zonas del cerebro: las relacionadas con la memoria, la comprensión, la imaginación y la toma de decisiones. Es decir, se mantiene el cerebro “en forma”, como un músculo que se ejercita. Incluso se ha observado que quienes practican estos hábitos tienen menor riesgo de deterioro cognitivo y de enfermedades como el Alzheimer.
La lectura constante no solo nos ayuda a conocer más del mundo, sino que también fortalece la memoria, mejora el vocabulario y estimula la imaginación. Cada vez que leemos una historia, un artículo o una novela, nuestro cerebro se activa: conecta ideas, recuerda experiencias pasadas, forma imágenes mentales… ¡todo un trabajo mental sin darnos cuenta! Y lo mejor es que no importa la edad: siempre es un buen momento para empezar.
Por otro lado, escribir nos permite organizar pensamientos, expresar emociones y desarrollar un pensamiento más claro y profundo. Ya sea que redactes un correo, un diario, un poema o simplemente anotes tus ideas, escribir con regularidad te vuelve más consciente de ti mismo y del mundo que te rodea. Además, tener la habilidad de redactar bien distintos tipos de textos —desde mensajes hasta escritos formales— incrementa la seguridad personal y profesional.
Muchas personas adultas creen que ya es tarde para adquirir estos hábitos, pero la buena noticia es que nunca lo es. Puedes empezar poco a poco: leyendo cinco páginas al día, llevando un cuaderno donde anotes lo que piensas o sientes, uniéndote a un club de lectura o escribiendo pequeñas historias. Lo importante es comenzar sin presión, disfrutando el proceso.
Una infancia rodeada de libros, cuentos y palabras tiene un impacto poderoso. Las personas que crecieron escuchando historias, viendo a sus padres leer o escribiendo sus propias aventuras suelen llegar a la adultez con una relación más cercana con las letras. Pero si no fue tu caso, no te preocupes: también puedes cultivar ese amor en tu presente. Solo se necesita curiosidad y un poco de constancia.
En resumen, leer y escribir no son solo actividades escolares. Son hábitos que fortalecen nuestro cerebro, nos hacen más creativos, más comunicativos y más felices. Y lo mejor es que están al alcance de todos. Si hoy tomas un libro o escribes unas líneas, estás invirtiendo en tu bienestar mental y emocional. Así que, ¿qué esperas para empezar a darle letras a tu día?
La autora es docente de primaria y escritora.
