Esta semana Estados Unidos celebró 242 años de fundación. Fue el 4 de julio de 1776 que el Segundo Congreso Continental adoptó formalmente la declaración de independencia que establecía la igualdad de los hombres y su posesión de los derechos inalienables de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Estados Unidos no es tímido en vocalizar estos valores.
Pero más allá de estudiar o criticar la retórica estadounidense, es provechoso analizar las instituciones y sistemas que Estados Unidos ha legado a través de los años y de las cuales el mundo occidental gira alrededor. El fundador de estos sistemas, un hiperactivo joven revolucionario llamado Alexander Hamilton.
Durante la revolución estadounidense, Hamilton ejerció como coronel en el Ejército Continental bajo el comando del general George Washington.
Su ágil mente, elocuencia y pluma prolífica lo convirtieron en el consejero de más confianza del general. Tanta fue la influencia del joven Hamilton, que con tan solo 32 años el ahora presidente Washington lo designó como el primer secretario del Tesoro.
Tras incesantes pugnas, Hamilton fundó el primer banco nacional de Estados Unidos, institución que alivió la crisis financiera de las colonias producto de los costos de la revolución. Su administración estableció un historial de crédito permitiéndole al joven país recibir préstamos de acreedores internacionales.
A inicios de la república, Hamilton favoreció ciertas políticas proteccionistas para inyectar ingresos al país, pero declaró que estas debían ser moderadas, temporales y derogadas lo antes posible.
Hamilton propuso múltiples tratados comerciales, incluyendo el Tratado de Jay, que inició una relación comercial y resolvía disputas entre Estados Unidos y el imperio británico.
Hamilton también proponía una transición de una economía agraria a una economía industrial y promovió leyes de patentes y protección a los inventores. Más allá de ser un haz financiero, Hamilton fue el principal autor de los Federalist Papers, decenas de ensayos que defendían la ratificación de la Constitución de Estados Unidos.
En ellos Hamilton promulgaba la importancia de la separación de los poderes y, sobre todo, procuraba la unión de los estados. Hamilton defendía la inmigración y fue uno de los abolicionistas más vocales de la época. Alexander Hamilton inmigró de las Antillas. Buscaba escapar de las vicisitudes del Caribe y de su vida para rehacerse como individuo en lo que él consideraba una tierra prometida.
Ron Chernow, uno de sus biógrafos más importantes, plantea que Hamilton es la personificación del American dream y que Hamilton no tenía idea de la influencia que iba a lograr, no solo para Estados Unidos, sino para occidente.
Independientemente de la percepción que tengamos de Estados Unidos, bancos centrales, libres mercados y libre comercio, separación de los poderes e inmigración son elementos institucionales de los que dependemos.
Estas instituciones y normas no son exclusivas. Son globales. Hoy, estos sistemas reciben constantes ataques del mismo país que los popularizó y que los ha fomentado por décadas. Es responsabilidad de todos procurar que estas instituciones y normas se mantengan. Nuestra manera de vivir depende del legado de Hamilton para el mundo.
El autor es licenciado en comunicación, retóricay relaciones internacionales.

