En Panamá, la desigualdad es una sombra persistente que pesa, especialmente, sobre los jóvenes. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) de 2023, el 33% de los jóvenes panameños vive en pobreza multidimensional. Este flagelo no solo se manifiesta en dificultades económicas, sino que también arrastra consigo una falta de acceso a educación de calidad, servicios de salud adecuados y condiciones de vida dignas. En medio de este entorno adverso, las oportunidades parecen esquivas y las posibilidades de superar estas barreras son mínimas.
A nivel global, la juventud representa una porción significativa de la población. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que hay aproximadamente 1.8 mil millones de jóvenes entre 15 y 24 años, lo que constituye el 23% de la población mundial. La realidad para estos jóvenes no es fácil: el desempleo juvenil global alcanza el 14%. Cerca de 357 millones viven en condiciones de pobreza que condicionan su desarrollo y oportunidades de futuro.
En este panorama desafiante, el Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana (LLAC) emerge como un rayo de esperanza y transformación. Fundado en 2019, el LLAC tiene sus raíces en una colaboración entre Jóvenes Unidos por la Educación y Educación 2020 de Chile, que dio origen al Laboratorio Internacional de Incidencia Ciudadana (LIIC) en 2018. Su misión es ofrecer una plataforma que permita a los jóvenes, independientemente de su contexto socioeconómico o ubicación geográfica, acceder a oportunidades de desarrollo y de liderazgo. Gracias a esta alianza entre Jóvenes Unidos por la Educación y el Canal de Panamá, con el apoyo de otros aliados, el LLAC se ha posicionado como un nivelador social crucial, desempeñando un papel trascendental, incluso durante la pandemia, al potenciar capacidades y promover competencias entre jóvenes de diversos perfiles de todas las provincias y comarcas.
Es, probablemente, el único espacio de oportunidad ofrecido a jóvenes que, de otra forma, estarían destinados al anonimato, perdiéndose sus talentos, sus oportunidades de autorrealización y de contribución al desarrollo integral de la nación.
En sus primeros cinco años, el LLAC ha capacitado a 900 jóvenes y ha impactado a más de 10,000 personas a través de 80 proyectos innovadores. Estos proyectos no solo han proporcionado formación avanzada para enfrentar los retos de las políticas públicas, sino que también han fomentado el desarrollo de habilidades esenciales para el liderazgo y la acción cívica. Proyectos del LLAC han recibido reconocimiento local y mundial. Muchos de sus egresados han logrado obtener becas internacionales prestigiosas, desempeñarse en roles clave, e incluso incursionar con éxito en la vida política del país desde plataformas independientes. Estos logros demuestran su capacidad para superar las barreras tradicionales que enfrenta la juventud y asumir roles de liderazgo efectivos.
Este tipo de iniciativas no solo destaca la importancia de ofrecer equiparación de oportunidades a los jóvenes, sino que también subraya la necesidad urgente de invertir recursos y tiempo en su desarrollo. En un mundo en el que las estructuras políticas están dominadas por dinastías y figuras añejas, la falta de liderazgo fresco y dinámico es evidente. Es imperativo formar nuevos agentes de cambio para revitalizar el panorama social y político. Las plataformas como el LLAC no solo brindan las herramientas necesarias para que los jóvenes puedan asumir roles de liderazgo, sino que también restauran la fe de los jóvenes en el sistema y en el contrato social.
En el ámbito global, la falta de liderazgo y la persistencia de viejas estructuras en la política resaltan la urgencia de fomentar una nueva generación de líderes. La desigualdad y la pobreza que afectan a tantos jóvenes en Panamá y en el mundo no deben ser obstáculos insuperables. El LLAC es un claro ejemplo de cómo las plataformas de convergencia pueden transformar realidades y ofrecer igualdad de oportunidades a los jóvenes.
Al proporcionarles las herramientas necesarias para desarrollar su potencial, estas iniciativas ayudan a superar las limitaciones impuestas por el contexto socioeconómico y facilitan su contribución positiva a la sociedad. En un momento en que la desigualdad sigue siendo una barrera persistente, apoyar y expandir programas como el LLAC es crucial para construir un futuro más justo y prometedor para todos. La inversión en la juventud no es solo una cuestión de equidad, sino una decisión inteligente ante una necesidad fundamental para el desarrollo social y político.
Mentora de Jóvenes Unidos por la Educación
