Si la piedra golpea al cántaro, o si el cántaro golpea a la piedra, el que sufre es siempre el cántaro, decía Sancho a Don Quijote mientras emprendían su camino hacia la ínsula de Barataria.
En el caso de las listas discriminatorias y las sanciones aplicadas a Panamá por gobiernos y organizaciones extranjeras desde fines de 1999 hasta la actualidad, como parte de una transferencia unilateral de responsabilidades en el ámbito internacional y bajo la política de “name, blame and shame”, Panamá es el cántaro, tanto cuando recibe el golpe como cuando intenta golpear.
Las presiones y “recomendaciones” hacia los centros internacionales de servicios financieros, tributarios y legales por parte de organismos como el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otros, han estado dirigidas a la adopción y puesta en práctica de normas para prevenir el blanqueo de capitales, facilitar el intercambio —o suministro unilateral— de información fiscal y delictiva, y eliminar la legislación que favorece la competencia tributaria “dañina”.
Frente a estas presiones y medidas, Panamá no ha logrado aplicar las medidas de retorsión contempladas en sus leyes. Los esfuerzos anunciados por el Gobierno en esta dirección parecen destinados al mismo fracaso, o incluso podrían generar efectos más adversos para el país.
¿Qué deben hacer los gobiernos y la sociedad panameña para tener la capacidad efectiva de retorsión? ¿Cómo convertirnos de cántaro en piedra?
Establecer una política nacional de defensa de los servicios internacionales y nacionales.
Cumplir los compromisos externos. Negociar con dignidad, tesón e inteligencia, cualidades que han faltado. Es fundamental que entidades como el Ministerio de Economía y Finanzas, la Unidad de Análisis Financiero y la Superintendencia de Bancos actúen con firmeza. No podemos permitir que los verdugos entren en nuestra recámara. Debemos ganarnos el respeto de los demás y de nosotros mismos a través de los hechos, no solo con palabras. Basta de engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Cumplir eficazmente con los acuerdos para prevenir el abuso de los servicios financieros, comerciales y legales. Quitar a los delincuentes el dinero y los bienes producto de sus crímenes, llevarlos a la cárcel y fomentar el intercambio de información. Logros que aún parecen lejanos, pero que una vez alcanzados, podrían convertirse en ventajas económicas para Panamá. Solo entonces tendremos la capacidad de exigir respeto.
Cumplir con el compromiso interno, con los panameños, nuestra mayor responsabilidad, mucho mayor que con la OCDE y el GAFI: evitar el uso indebido de nuestro principal servicio, la administración eficiente y honesta del Estado. Debemos quitar a los delincuentes políticos y gubernamentales los bienes fruto de su incompetencia y malversación de fondos públicos (¿cuánto de esto se hace?), y mandar a los culpables a la cárcel (¿cuántos están en prisión?). La ley debe comenzar en casa.
Es necesario barrer hacia adentro y poner orden internamente. Solo así conseguiremos el respeto de nosotros mismos. Peor que las listas discriminatorias y sanciones externas, son las perennes listas y sanciones de pobreza y sufrimiento que gobiernos incompetentes y corruptos han impuesto a los panameños durante décadas con sus errores y saqueos. Esta es una labor que los panameños decentes debemos acometer diariamente, con la cabeza, las manos, el corazón y el valor.
Basta de que Panamá sea un país donde el crimen paga, donde los lobos cuidan los rebaños, donde el delito es enaltecido y la virtud escarnecida.
El autor es ciudadano

