Recuerdo que, desde muy joven, siempre trataba de disfrutar lo que para mí era una de las fiestas más importantes de mi vida: los carnavales. Además, cuando empecé a trabajar, pude sentir que podía solventar los gastos personales que conllevaba la Fiesta de Momo. Como acostumbraba a leer los diarios, cada vez que se acercaba la víspera de la celebración, algún columnista comentaba sobre el tema, y estos profesionales del periodismo solían recalcar que “no se debían oponer a los carnavales porque era la fiesta de todos los panameños”, palabras más, palabras menos. Por lo tanto, creía que a todo el mundo le encantaba, por lo menos disfrutar de un día de carnaval, incluso los más discretos.
Sin embargo, ahora que ya no soy joven, he podido reflexionar sobre el tema durante los recorridos previos a la celebración de la Cuaresma, y puedo decir con convicción que los columnistas que leía en mi juventud exageraron sobre la inclinación de los panameños hacia estas fiestas. Con el tiempo, me encontré con muchísimas personas que, por diversas razones, no mostraban interés alguno por los carnavales. Sólo me faltó realizar una encuesta o muestreo para obtener cifras más cercanas a la realidad. Aunque, las personas que pude preguntar sobre si irían al carnaval, me dieron distintos motivos, pero no pasaban de cinco, que yo recuerde.
Creo que la mayoría de las personas no entienden por qué ‘fulana’ o ‘mengano’ no hacen tal o cual cosa... Creo que se les ha olvidado o nunca han aprendido que los seres humanos somos ‘tendencias y características’, que son las que marcan la diferencia entre las personas, ya que ‘cada cabeza es un mundo’. Lamentablemente, esas diferencias han causado grandes problemas, muchos de ellos innecesarios, simplemente por tener ideas opuestas. Por eso, una psicóloga nos decía en un seminario para funcionarios públicos que las respuestas o conductas de una persona no son ni buenas ni malas, simplemente reflejan su naturaleza, a la que tiene derecho a expresar. Palabras más, palabras menos. Interpreto que se refería a comportamientos dentro de los límites de la normalidad, y no a conductas criminales.
El autor es pensionado.
