En Panamá, se han producido movilizaciones inéditas, pero a pesar del alto volumen de información que circula, la mayoría de las personas no logra hacerse una idea clara de lo que sucede y por qué.
El motivo parece ser claro: un descontento social generalizado por el declive de la calidad de vida. No obstante, esta ola también pareciera ser la punta de un iceberg que se ha venido construyendo aguas abajo.
¿Quiénes lideran las protestas? ¿A qué sectores representan? ¿A qué aspira cada uno? ¿Cuáles son sus ideas?
Como respuestas tenemos una avalancha de información fragmentada, descontextualizada, que acentúa el clima de desconfianza entre los diversos actores sociales que pujan por hacer visibles sus agendas.
La encuesta de Ciudadanía y Derechos del CIEPS (2021) reveló que, aunque los medios de comunicación son percibidos como un claro factor de poder, la población no confía en ellos.
Una investigación posterior —que abarcó seis provincias y dos comarcas—arrojó como resultado que, cuando perciben un déficit informativo, las personas acuden a las redes sociales y aplicaciones de mensajería.
Sobre el riesgo de consumir información no verificada por estas vías “alternas”, uno de los entrevistados expresó: “Es que si se confiara en los medios de comunicación no se le haría caso a lo que circula en las redes…” Esta afirmación, sin duda, abriga un reclamo y también lanza una alerta. Si las plataformas se han fortalecido, en desmedro de los medios, la razón podría estar en que no brindan una dieta informativa balanceada.
Los medios de comunicación son vitales en una democracia, pero su sobrevivencia descansa en el cumplimiento de su misión, que es brindar información de calidad. Su actuación es vital para la gobernabilidad democrática porque, como afirma Rosanvallon, cuando se dejan vidas en la oscuridad, los prejuicios y los fantasmas gobiernan la imaginación, y se alimentan la desconfianza y los temores.
La tarea de los medios no es, por acción u omisión, dejar espacio para que se consolide la desconfianza; por el contrario, debería ser la de constituirse en un foro público donde la ciudadanía se reconozca en su diversidad y, en medio de sus diferencias, pueda atisbar las razones de cada uno y llegar a acuerdos.
La autora es periodista, investigadora del CIEPS e integrante de Ciencia en Panamá

