No es la primera vez que la discusión pública sobre “mala práctica médica”, se convierte, desafortunadamente, en una “cacería de brujas”. Si lo dijo, ha sido muy desafortunada su opinión: “yo nunca he visto a un médico señalar a otro y eso nunca lo vamos a lograr”.
Lucian L. Leape ha puntualizado lo que pocas autoridades sanitarias están dispuestas a aceptar: “el concepto que impulsa el movimiento moderno de seguridad del paciente es simple y poderoso: los errores son causados por malos sistemas, no por malas personas”. Leape fue, durante su vida que acaba de terminar hace solo dos meses, a los 94 años, el vocero más escuchado de la seguridad del paciente, una disciplina donde se aprende del error en lugar de convertirlo en un instrumento para encontrar un culpable o culpar.
Para Leape, la cruzada debe ser “promover enfoques basados en sistemas y orientar la atención médica desde una cultura de culpa hacia una que aprende de los errores”, creando un ambiente sin castigo, donde sea seguro denunciar y hablar acerca de errores para hacer cambios a los malos sistemas. “Debemos dejar de culpar a una fuerza laboral dedicada y, en cambio, mirar los fracasos como una forma de comprender las fallas del sistema de salud”.
Los médicos, como los hospitales, siempre han sido mal aconsejados por sus abogados, atendiendo más a la vulnerabilidad frente a un litigio desfavorable que a los aspectos humanos del error. Esa cultura disfuncional tiene que cambiar. Recuerdan los autores en su texto: “El respeto, la transparencia, la responsabilidad, la continuidad del cuidado y la amabilidad son los valores fundamentales necesarios para construir relaciones en el primer lugar”.
La práctica médica es una responsabilidad muy exigente, tanto en lo humanista como en lo científico, pero no está divorciada del medio donde se ejerce, de la comunidad donde se labora, de la sociedad donde se vive y sus valores. Y el testigo médico, como experto, tiene un compromiso prioritario, no con los abogados ni con los médicos ni con los hospitales, sino con los pacientes, con la justicia y con la verdad.
Aquel introito generado por el Defensor del Pueblo solo dificulta la discusión necesaria de quejas reales y sentidas, hoy múltiples frente a la pobre involucración de entidades responsables en su investigación, que no son únicamente las de sanidad. Y es necesario señalar que la discusión o la investigación de la práctica médica, del ejercicio médico de todo profesional hospitalario, por ejemplo, no debe obedecer lacónicamente a una denuncia; debe ser una actividad regular de las estructuras hospitalarias, conocida como “Revisión de Cuadrículas”, que vigila, analiza y califica la calidad de sus servicios como instituciones de salud y de sus profesionales como garantes de esa calidad.
Igualmente, cualquier señalamiento de mala práctica debe ser el resultado de un profundo conocimiento de todo lo relacionado con el encuentro médico con el paciente. Un abogado acusador quiere que se dicte una opinión que favorezca a su ofendido. El abogado defensor, de igual manera, busca la absolución de su cliente. Entonces, un asunto médico de tanta importancia, seriedad y costo para el carácter y el profesionalismo médicos , corre el riesgo de quedar en manos de otra profesión cuando, desde la Medicina, no se puntualizan aspectos humanistas, científicos y éticos del ejercicio médico. Es imperativo, entonces, la participación de comités de bioética en las distintas instituciones sanitarias —por ejemplo, el hospitalario, el de la práctica médica, el del comportamiento— para hacer recomendaciones sobre los múltiples y difíciles escenarios que se le presentan al ejercicio médico, y aprender de ellos.
“La Medicina nos exige decisiones perfectas con información imperfecta”. Cuando falta información, cuando esta es incompleta o incierta, no se puede esperar una decisión perfecta. Si la información incompleta afecta de forma significativa la toma de decisión del profesional médico, esa deficiencia potencia su daño cuando al paciente se le priva de precisión y completitud de ella.
Siete o diez años de educación médica no garantizan que no habrá la pérdida de alguna pieza del rompecabezas de miles de piezas de información, que es la Medicina. Particularmente, cuando en ese estadio de la acción médica las bases están llenas de lodos y no de cal. Allí radica la certeza de aquella frase que recuerda que “en medicina no se termina de estudiar y de aprender”. Esto no excusa , por el contrario , alerta de los riesgos : “por cada experiencia médica perfecta, hay un sesgo humano perfecto”. La situación común y frecuente, como lo señala Siddhartha Mukherjee, es “qué hacer cuando la información, los datos, son imperfectos, incompletos o inciertos”. La educación médica no termina, y cuando enseña, entre los bloques de información deja espacios y rendijas por donde se puede ir la vida de un paciente. Allí se reconcilian o se distancian el conocimiento y la sabiduría clínica, o la experiencia de los años de un ejercicio clínico escrutado cada vez.
Entonces, ¿para qué se necesita una Ley de Mala Práctica Médica? Primero, para determinar si el médico no cumplió con sus deberes de una forma competente. Los errores médicos son frecuentes, la negligencia médica no siempre es la causa y, menos frecuente aún, el deseo de hacer daño. Ello requiere : (1) probar que la persona lastimada por la acción o inacción médica estaba bajo el cuidado del médico demandado; (2) demostrar que el médico incurrió en negligencia o desdén por cumplir con su deber de observar normas establecidas, con evidencia probada, lo que requiere del juicio de un experto médico, un testigo experto; y (3) probar que la acción o inacción del médico produjo daño físico o mental.
La confianza en el médico y en la medicina está fracturada a un punto que , quien más perderá es el mismo paciente. Los médicos debemos honestidad, transparencia y pedir perdón en el reconocimiento del error. Las instituciones y sus administradores, de igual manera, deben actuar con honestidad, transparencia y certeza en reconocer las condiciones que el sistema enfermo, caduco o maltrecho, por desviar la mirada tantas veces, ha perpetrado de forma indolente.
El autor es médico.

