La palma espinosa que produce el corozo aflora en las tierras bajas. A la vera del Canal de Panamá hay una finca de 100 hectáreas que tiempo atrás era un corozal, los carnosos frutos se usaban para elaborar un popular refresco o chicha, poco conocida en estos tiempos.
Sobre el terreno del corozo canalero, hace tres años comenzó una guerra de intereses creados desacreditando el proyecto del futuro puerto de Corozal. La oposición es alentada por un grupo de diputados que se oponen al proyecto de ley 125 de 2015, engavetado en la Comisión de Asuntos del Canal.
Sin justificación alguna los honorables diputados hacen el juego a la concesionaria de los puertos de Balboa y Cristóbal, Panamá Ports Company (PPC), empresa que en 2014 solicitó y le fue negada la adjudicación directa del puerto de Corozal.
En segundo plano también se oponen al nuevo proyecto los residentes de la comunidad de Diablo, afectados por el vigoroso desarrollo industrial del área canalera y que deberán ser tomados en cuenta por la Autoridad del Canal de Panamá para mitigar sus problemas.
Habiendo fallado sus pretensiones originales, PPC ha presentado frentes de férrea oposición a Corozal. Ante la Corte Suprema de Justicia interpuso, sin éxito, varios recursos legales pretendiendo detener la licitación, finalmente programada para febrero de 2017. Paul Wallace, director general de PPC, ha montado una nueva línea de ataque.
Según Wallace, los panameños debemos gastar el dinero en otros negocios de mayor capacidad logística y sentencia que nuestro país no debe incursionar en Corozal, porque un tercer puerto en la costa pacífica del Canal provocará negativa sobreoferta en el área. Otros interesados aducen que el mundo marítimo está en recesión y que el futuro de las inversiones portuarias pinta números rojos.
Los “desastrólogos” ocultan el hecho de que en menos de seis meses el tercer juego de esclusas ha sobrepasado 500 tránsitos de buques pospanamax. Cruzando del Pacífico al mar Caribe, los megabarcos transportan millones de toneladas de carga a nuevos destinos comerciales del continente americano, incluso a puertos y otras industrias conexas.
Los países con luces largas están preparados para el nuevo flujo de mercancías. Colombia ha dragado a más de 14 metros el calado de los puertos de Buenaventura, Cartagena, Santa Marta y Barranquilla. Costa Rica ha concesionado a la holandesa APM Terminals el puerto de Limón-Moin, y Guatemala negoció el puerto Quetzal con TCB Barcelona. La International Container Terminal Services opera puerto Cortés de Honduras. Y Nicaragua arranca la construcción de dos nuevos puertos terminales de capital chino, con calado de 15 metros.
La ampliación de nuestro canal también ha tocado puertos caribeños en Jamaica, Cuba, Bahamas y ciudades costeras de Estados Unidos. Es triste creer que nuestro Panamá, dueño del viejo y el nuevo Canal, será el último en aprovechar estas colosales ventajas para el desarrollo nacional. ¿Y Corozal?
