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Más allá de la Cuaresma: trabajar sobre el ser

“Siempre que pensamos que el problema está allí afuera, este pensamiento es el problema.” Es decir, si creemos que lo externo debe cambiar antes que nosotros, nos paralizamos interiormente.

Durante la pasada Cuaresma, muchos vivimos un tiempo de introspección. Esa pausa litúrgica —más allá de credos— nos recuerda la urgencia de trabajar sobre el ser, no solo sobre el tener. Por eso cobra sentido aquí el relato bíblico de José. Según la Biblia, José fue vendido como esclavo por sus hermanos a los 17 años. Pese a la adversidad, trabajó su carácter, su disciplina y su fe. Así se ganó la confianza de Potifar, quien lo puso a cargo de su casa.

Más adelante, se negó a ceder ante una situación injusta y fue encarcelado. No obstante, incluso allí mostró integridad y liderazgo, hasta convertirse en administrador de la prisión y luego de toda la nación egipcia, solo por debajo del faraón. José no culpó a otros. Aceptó su realidad y respondió con dignidad, paciencia y propósito.

Nos cuesta reconocerlo, pero muchas veces preferimos culpar a otros por nuestro estancamiento. Sin embargo, somos responsables: tenemos la capacidad de responder. Nuestra habilidad de respuesta influye directamente en las circunstancias que enfrentamos.

La queja, la crítica y el resentimiento solo nos anclan a nuestras propias flaquezas. Podemos elegir la paz interior cuando aceptamos lo que no controlamos y nos concentramos en lo que sí está en nuestras manos. Y aunque somos libres para actuar, no lo somos para elegir las consecuencias de nuestras acciones. Vivir en armonía con principios tiene consecuencias positivas. Ignorarlos, en cambio, las tiene negativas. Como dice el dicho: “Cuando uno recoge la punta del palo, también recoge la otra.”

Por eso, nuestra respuesta ante un error determina la calidad del momento siguiente. Admitir, corregir y aprender nos permite recuperar el control. Establecer metas, actuar con coraje y asumir responsabilidad por nuestras vidas es parte del camino. El conocimiento, la capacidad y el deseo están dentro de nuestro alcance: cuando los equilibramos, avanzamos.

Hoy, al mirar hacia atrás y salir del tiempo cuaresmal, sigue vigente el desafío de priorizar el carácter por encima de las posesiones. ¿Cómo reaccionamos ante el tráfico, la impaciencia, la desobediencia, el ruido o la negligencia? ¿Qué lenguaje usamos? ¿Qué energía proyectamos?

Estas son algunas trampas del tener que nos alejan del ser:

Si tuviera más dinero, sería feliz…Si tuviera un presidente menos idealista…Si tuviera una pareja más comprensiva…Si tuviera un hijo más obediente… más tiempo… un doctorado… un yate… un edificio… más fama...

Pero cuando centramos nuestra vida en lo que no tenemos, nunca seremos parte de la solución. Seguiremos postergando nuestro crecimiento.

Agradecer lo que somos y lo que tenemos es también una forma de resurrección. Y ese espíritu no se limita a la Cuaresma.

La autora es educadora.


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