“La política es el arte de lo posible”. Con esta poderosa frase de Otto von Bismarck, nuestra profesora de Derecho Electoral compartió un importante mensaje. Me quedé reflexionando: qué maravilloso sería si cada uno de nosotros tuviéramos la oportunidad de aprender a hacer política y comprender por qué es tan necesaria para nuestra convivencia. La política, si bien genera sinsabores en algunos, es un medio que permite establecer procesos a través de los cuales una sociedad o colectivo pueda proponer y encontrar respuestas a sus problemas. La mayoría de estos procesos deben ser cumplidos a través de medios institucionalizados que requieren de cumplimiento, de fiscalización y de participación ciudadana para su debida realización.
Hacer política va acompañado de elementos teóricos y prácticos que enmarcan temas como gobernabilidad, democracia, consenso, cultura, poder y economía que nuestra naturaleza de seres sociales nos demanda como la ética, el carisma y el criterio. Hacer o participar de la política no está subordinado a cuán popular eres tal y cómo se tiene concebido en la cultura popular, sino en cuánta capacidad tienes para cumplir con tu trabajo poniendo en práctica lo prometido y de utilizar tus conocimientos para el manejo de la cosa pública o de llevar adelante temas de interés social.
La Ciencia Política no contiene la clave para solucionar los problemas del Estado, pero sí expone lineamientos y propone criterios objetivos y racionales para administrarlo de manera eficiente, para utilizar la política como un canal que garantice el bienestar social utilizando medios institucionales, en el marco de la legalidad, para estudiar y comprender el papel de los partidos políticos y valorar la opinión pública. Aplicar los principios de la ciencia política en las decisiones de quienes gobiernan supone una mejora en los procesos democráticos y una mayor recepción y participación de la ciudadanía, que se ve directamente afectada por las decisiones tomadas desde los distintos órganos del Estado e instituciones públicas. En un mundo en el que, según Giovanni Sartori, todos queremos comprender, explicar e interpretar, es mejor hacerlo desde el conocimiento. Ello, debido a que involucrarnos en lo político demanda un compromiso y una responsabilidad con lo que se propone, se analiza y se ejecuta.
Si en Panamá se aplicaran más los principios de la Ciencia Política, y se recurriera menos a malas prácticas políticas o politiqueras, el bienestar social sería superior. La administración y el funcionamiento de las instituciones públicas irían acorde a las demandas sociales y al avance tecnológico mundial. Nuestros referentes políticos serían personas éticas, probablemente intelectuales, respetuosas de las leyes, innovadoras y con criterio. Si transformáramos a todos los funcionarios del sistema y a los un millón 709 mil 863 panameños que se encuentran inscritos en partidos políticos -según la Dirección Nacional de Organización Electoral al 15 de junio de 2023- en conocedores y replicadores de las buenas prácticas de la administración pública, la eficiencia en el servicio mejoraría y la conciencia del electorado y de los colectivos políticos se vería reforzada.
Ahora, imaginen transformar la casi extinta educación cívica en nuestros planteles a nivel nacional a una asignatura que eduque en deberes y derechos políticos; que ayude a comprender cómo funciona nuestro sistema electoral; cuáles son los espacios de consulta y de participación ciudadana desde nuestras comunidades; cuál es el rol de los diferentes órganos del Estado y que despierte en los niños, niñas y jóvenes ese pensamiento crítico y su capacidad de cuestionar, proponer, decidir y tomar acción desde el conocimiento.
Si la política es el arte de lo posible, seamos más los encargados e interesados en reconstruir y rediseñar nuestro país. Actuemos de manera informada. Habilitemos espacios para quienes no tengan cómo participar. No dejemos morir nuestro espíritu político, ni dejemos que malos políticos nos gobiernen. El cambio en nuestro país depende de nuestro interés; de la fiscalización desde la ciudadanía y desde las entidades gubernamentales; del acceso a la información y de conocer nuestra historia, para no cometer los mismos errores. Hagamos la tarea.
La autora es egresada del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2020 y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación

