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Más de 20 años de una historia de éxito en cáncer

En 1960, Peter Nowell y David Hungerford describieron por primera vez una alteración genética cromosómica en pacientes con cáncer, específicamente en la leucemia mieloide crónica, y la denominaron cromosoma de Filadelfia, por la ciudad del descubrimiento. Inicialmente descrito como un cromosoma 22 más pequeño, no fue sino trece años después que Janet Rowley y colaboradores describieron de manera más precisa el cromosoma de Filadelfia como una traslocación (intercambio de información entre dos cromosomas), en este caso, de los cromosomas 9 y 22.

La leucemia mieloide crónica es una neoplasia (cáncer) hematológica caracterizada por la proliferación y acumulación descontrolada de unos glóbulos blancos denominados granulocitos, reflejado en el examen de sangre (hemograma) como leucocitosis (incremento de glóbulos blancos) y por el aumento del tamaño del bazo. Entender por qué proliferaban y se acumulaban estas células llevó a estudios de la biología molecular de la leucemia mieloide crónica, en búsqueda de los genes responsables ubicados en los cromosomas 9 y 22 y su rol en esta neoplasia. Así, en la década de los 80, con los avances en biología molecular, se determinó que los genes eran el Bcr en el cromosoma 22 y el Abl en el 9. Santos y colaboradores, usando modelos animales, demostraron que este gen quimérico o híbrido era suficiente para reproducir los hallazgos clínicos de los pacientes con leucemia mieloide crónica. Este gen y su producto (la proteína Bcr/Abl) tenían una función enzimática (tirosina cinasa).

El único tratamiento con carácter curativo para la leucemia mieloide crónica hasta principios de los años dos mil fue el trasplante de médula ósea (ahora llamado trasplante de células hematopoyéticas), el cual solo podía ser aplicado a una minoría de los pacientes porque no tenían un donante idéntico o no calificaban para este. Sin embargo, con el conocimiento de la estructura cristalina de la proteína Bcr/Abl, se desarrollaron moléculas inhibidoras de la función enzimática del Bcr/Abl (inhibidores de tirosina cinasa).

Varias moléculas fracasaron en el intento, pero una de ellas, el STI571, inventada por el bioquímico Nicholas Lyndon, fue estudiada en ensayos clínicos en 1998, primeramente en pacientes con leucemia mieloide crónica que habían fallado terapias previas y luego en pacientes de nuevo diagnóstico. Hoy día llamada Imatinib, cumple más de 20 años de su aprobación por la FDA (2001).

Esta terapia trajo una nueva esperanza a los pacientes con leucemia mieloide crónica y, hoy día, más del 80% de los pacientes se mantienen libres de enfermedad tras más de 10 años de seguimiento. La terapia con inhibidores se ha convertido en una de las maneras modernas de tratar a muchos pacientes con neoplasias, y gracias a los más de 60 años de estudio de la leucemia mieloide crónica, esta ha servido de base para el desarrollo de terapias similares en otras neoplasias hematológicas e, inclusive, en tumores sólidos. Queda el reto de probar ahora si estos pacientes pueden suspender la medicación (ya se está haciendo).

El autor es médico hematólogo


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