Me duele Panamá

Señor Presidente José Raúl Mulino: he visto su reciente pronunciamiento ante las cámaras del pasado 5 de mayo.

Mi percepción fue: lástima que se lo hayan escrito, hasta su sonrisa fue la de alguien de “mecha corta”. Cuando realmente se quiere manifestar un acercamiento o decir un “lo siento”, dejando atrás la demagogia, puede ser que se necesite un guion para no perderse en los temas que realmente interesan, sobre todo si se conoce lo que reclama el pueblo.

Ese discurso suyo, después de haber escuchado pronunciamientos anteriores llenos de soberbia, arrogancia y juicios, luego de ver y oír lo que el pueblo clama, es demagogia pura.

Háblele al pueblo mirando a la cámara, desde sus verdaderas convicciones. Si son auténticamente en beneficio de Panamá, seguro podrá hacerlo desde el corazón, aunque no tenga alma de poeta.

¿Qué asesores tiene? Me parece que no le están ayudando mucho. Ese discurso solo enerva sensibilidades de un pueblo dolido, que se siente defraudado.

Usted se queja del sufrimiento de su familia con todo lo que está ocurriendo —“daños colaterales”, una frase muy utilizada—. ¿Se ha preguntado lo que sufren las personas que están diariamente en las calles?

Usted y todos sus ministros, especialmente la de Educación, ¿tienen conocimiento de las escuelas miserables de las comarcas y del interior de provincias como Bocas del Toro, Chiriquí y otras? Escuelas sin paredes, sin mesas, sin sillas donde sentarse a recibir clases, centros educativos en condiciones deplorables a lo largo del país. Y ni hablar de los centros de salud.

¿Los han visto?

Esos niños, niñas y sus educadores sí pueden decir que están ofendidos, dolidos, completamente desatendidos.

Usted dice que no tiene alma de poeta, pero la persona que le redactó el discurso escribió una frase poética muy bonita: que aprendió a recoger cada piedra que le lanzan para convertirlas en parte de una obra que sirva a todos los panameños.

No estoy a favor de la violencia, pero hablando poéticamente: mientras usted recibe piedras, el pueblo recibe arrogancia, soberbia, acuerdos internacionales, firmas de documentos y leyes que no garantizan su bienestar.

Las personas que se manifiestan reciben perdigones, pedruscos, gases como el clorobenzilideno malononitrilo (bombas lacrimógenas), y lo más doloroso: ver a mujeres policías tratando violentamente de arrestar a otras mujeres que podrían ser sus propias madres. Policías que, de no estar en uniforme, quizá estarían del otro lado, apoyando las concentraciones.

Eso se genera desde el poder con intolerancia y arrogancia. Le invito a mirar la historia.Se puede ser directo con educación.

También sé que el problema que arrastra Panamá viene de muchos años de indiferencia, dejadez y oportunismo por parte de quienes han gobernado. Reconozco que no debe ser fácil arreglar un desaguisado, pero usted lo sabía al asumir la posibilidad de gobernar el país.

Quiero pensar que no es mala persona. Usted dice que quiere pasar página. Pero para hacerlo, no se trata solo de usted. Recuerde que es el presidente de una nación. Para pasar página tiene que hacerlo junto al pueblo.

No se pasa página fácilmente cuando hay personas que no tienen para comer, cuando no hay puentes para llegar a las escuelas, cuando no hay escuelas que inspiren dignidad y crecimiento, cuando las jubilaciones no alcanzan para quienes han trabajado toda su vida, cuando no somos capaces de presentar al turista un lugar digno de admirar y disfrutar con seguridad.

Cuando los beneficios e ingresos del país se reviertan verdaderamente en su bienestar, no hará falta que ninguna nación venga a simular protegernos. No hará falta, porque habremos construido entre todos un país estable, seguro y digno.

Cuando realmente se haga justicia —cuando quien ha robado devuelva el dinero público y haya consecuencias ejemplares para que los próximos no cometan esos u otros delitos contra el país— yo le aseguro que no tendrá que leer un discurso escrito por un asesor de imagen.

Porque hablará desde el corazón. Y ese pueblo, esos universitarios, esos estudiantes, esos obreros y empleados, todos, estarán en sus puestos de trabajo produciendo, palpitando por su país. Y usted y su familia disfrutarán del bienestar tan anhelado.

Yo también creí en usted. Poco a poco me cuesta no pensar que todo haya sido una quimera o una falacia.

Soy panameña. Por motivos familiares, vivo fuera de mi querido país. Mi prioridad es Panamá, porque lo amo. Amo a su gente, su cultura, que corre por mis venas. Le juro que me duele Panamá.

Que tenga buen día, señor Mulino.

La autora es escritora.


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