Existe un problema subyacente y grave que enfrentan hoy los países asiáticos, europeos y Estados Unidos: el demográfico. Nuevas condiciones económicas, sociales, intrafamiliares y migratorias han estado socavando lentamente las raíces naturales de las poblaciones. Los últimos censos mundiales demuestran claramente que los reemplazos generacionales en casi todos los centros urbanos es menor de 1.6 hijos por pareja, mientras que el reemplazo mínimo estimado para lograr sostener un balance racial, étnico y cultural adecuado es de más de 2 hijos por mujer.
Pero cada vez es más evidente que ambos padres tienen que trabajar para poder cubrir las necesidades básicas actuales del hogar o siquiera cubrir los enormes costos de los medicamentos, lo cual les exige planificar su descendencia, que sumado a legislaciones permisibles al libre aborto les permite solo parir un dependiente.
Algunos países europeos en las últimas décadas han tratado de revertir este fenómeno demográfico pero en muchos casos ya resulta irreversible, pues además han consentido una abierta migración desde el Medio Oriente, África, Balcanes, Magreb, etc., cuyas familias en promedio engendran más de 4 hijos, disminuyendo así, en esos países de acogida, el promedio del debido reemplazo generacional necesario para siquiera mantener su identidad cultural y autóctona y también han incrementado amenazas de conflictos civiles, religiosos o ideológicos.
Por otra parte, los grandes avances de la ciencia médica están alargando el promedio de vida de los adultos mayores por encima de los 70 años, creando una carga adicional y extraordinaria en las finanzas públicas de los gobiernos a causa de incrementos en subsidios, jubilaciones y servicios básicos a los ancianos.
La buena noticia es que, según la Cepal y la ONU, Panamá aún no ha llegado a cruzar ese punto del no regreso entre la curva del descenso de su población económicamente activa versus el aumento de la económicamente dependiente. Sin embargo, la mala noticia es que si no iniciamos de inmediato un plan para revertir dicha desproporción poblacional, para el año 2045 se estarán ya atravesando ambas curvas (la de menos de 19 años en descenso con la de más de 65 años en ascenso) y para entonces habremos perdido la posible oportunidad de revertirla. Las estadísticas a nivel global son irrefutables: el promedio de nacimientos por familia en 1950 estaba en más de 5 hijos y en 2024 ya se encontraba en menos de 1.8 hijos.
No será fácil emprender tan difícil tarea y desafiar el nivel actual de reemplazo generacional, pero existen métodos para por lo menos comenzar a postergar dichas proyecciones de población, como por ejemplo: campañas para desincentivar el aborto (actualmente se incentiva), realizar giras comunales sobre técnicas de cuidados de salud y cómo reducir la mortalidad materna o natal con programas para mejorar la alimentación pre y posparto a las madres y neonatos, campañas en las redes sociales y programas sobre cómo tratar con métodos naturales (homeopatía) algunas enfermedades mortales que son habituales o recurrentes, crear estrategias para reducir la deserción escolar y ofrecerles sin costo a los bachilleres en ciencia diplomados como profesionales en programación, en informática o en principios de inteligencia artificial, que son carreras más cortas y mejor pagadas.
La triste realidad es que los panameños no estamos habituados a cuidar ni dar mantenimiento a nuestros bienes, propios o colectivos, ni siquiera cuidamos debidamente nuestra salud o la de nuestros familiares, pero sí sabemos culpar a terceros por nuestros propios perjuicios. Veinte años no son nada y los números y estadísticas no mienten, ojalá las próximas generaciones no tengan que lamentar mañana lo que a todas luces es posible vaticinar y comenzar a subsanar hoy.
El autor fue ministro de Comercio e Industrias y embajador de Panamá tanto en Washington como en Italia.


