Ante la posibilidad de una nueva administración Trump en los Estados Unidos, resulta oportuno evaluar la naturaleza de su estilo de gobierno y las posibles implicaciones para la política exterior de Panamá. La experiencia previa evidencia que dicho enfoque es eminentemente transaccional: todo se negocia, todo se mide en términos de costo-beneficio y de percepción de éxito político interno.
A diferencia de las administraciones tradicionales, Trump no responde a la diplomacia multilateral ni al marco institucional, sino a la lógica de la negociación directa y del resultado inmediato.
Enfoque estratégico
En este contexto, Panamá debe orientar su política exterior hacia un manejo pragmático y no confrontacional. La invocación de argumentos de soberanía —como la nacionalidad del Canal de Panamá— no constituye una vía eficaz frente a un interlocutor que privilegia la utilidad práctica sobre el simbolismo histórico.
Del mismo modo, cuestionar o desacreditar medidas unilaterales de los Estados Unidos, como la cancelación de visas, no sería recomendable. La emisión y revocatoria de visados forma parte de las prerrogativas exclusivas del Departamento de Estado, y su impugnación podría interpretarse como una falta de comprensión del marco jurídico estadounidense.
Para una relación constructiva, se sugiere:
Evitar posiciones retóricas o nacionalistas que puedan percibirse como desafiantes o intransigentes.
Identificar áreas de interés común, especialmente en materia de seguridad, inversión, comercio y cooperación regional.
Presentar iniciativas concretas que puedan proyectarse como “acuerdos exitosos” para ambas partes, alineadas con la narrativa de logro que caracteriza al expresidente Trump.
Mantener una comunicación directa, profesional y orientada a resultados, destacando el papel de Panamá como socio estratégico confiable.
Preservar canales de diálogo técnico con agencias y funcionarios de carrera, que aportan continuidad institucional más allá de los cambios políticos.
Frente a una administración que “todo lo negocia”, la estrategia más efectiva no radica en la confrontación simbólica ni en la defensa formalista, sino en la diplomacia pragmática, la construcción de intereses compartidos y la proyección de Panamá como un aliado que aporta soluciones y estabilidad regional.
El autor es abogado.

