Pertenezco a la generación que veía circular por la calle 46, Bella Vista, donde vivía, un bus verde de vez en cuando y donde los automóviles eran tan escasos que conocíamos, con sólo ver el color, quién era el dueño; pero a pesar de que fui creciendo con la ciudad, no deja de abrumarme el descomunal ruido que este desarrollo provoca.
Quisiera saber suficiente sobre la organización vial de nuestra ciudad. Quiénes determinan si es una vía o doble vía, pero sobre todo quiénes autorizan el paso de camiones gigantescos, cementeras, autobuses grandes que manejan a gran velocidad y la circulación de las novedosas motonetas sin mofle, 24 horas al día, por una calle chica, hecha para un barrio residencial, cuando cerquita están la vía España, la calle Cincuenta y la Transístmica. Aludo a la abusada y sufrida Ave. Samuel Lewis en Obarrio.
Si fuéramos seres sin capacidad auditiva, el escándalo diablesco no importaría. Pero en esta zona residencial vivimos personas que oyen, que se sobresaltan, que se irritan y que necesitan y merecen vivir con sosiego.
En particular, quiero llamar la atención de las autoridades sobre el comportamiento de las incontables y ruidosas motocicletas, que por las razones que conocemos, se han convertido en repartidores indispensables.
Aquí la saturación de motos es reciente, pero aún reconociendo que su labor es necesaria, especialmente ante un riesgoso virus, urge reglamentarlas. Crear específicamente para ellas un reglamento de tránsito, parar en seco el peligro que representan cuando, apurados, se intercalan inesperadamente entre los carros, obligando a los conductores a disminuir súbitamente la velocidad o pegar un frenazo, que con frecuencia llega tarde y el repartidor queda regado en la calle lastimado. Y sobre todo exigir que pasen regularmente un revisado que de fe de su buen estado y de que tienen puesto correctamente el mofle que amortiza el ruido.
Esos jóvenes se divierten haciendo carreras en las noches, produciendo una ancha ola atronadora. O no saben que el estruendo se esparce o no respetan que a ciertas horas, en un barrio residencial, los residentes necesitemos descansar.
La autora es escritora

