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LIBERTADES

El nuevo insulto

El nuevo insulto
El nuevo insulto

Según la RAE, la palabra “progre” es el apócope de progresista, y se refiere a alguien con ideas avanzadas. El término comenzó a usarse en España durante los años 60, para referirse a quienes se identificaban con las ideas de libertad social de moda por aquellos años; incluidos los que se oponían a la guerra, los que abogaban por el amor libre, y todos aquellos “melenudos” que trataban de cambiar el mundo a punta de “paz y amor” mientras escuchaban a los Beatles. 

En aquel entonces, España estaba sumida en la dictadura franquista, enmarcada en el “nacional catolicismo”, donde sotanas y uniformes decidían qué pasaba y qué no pasaba en la madre patria.

El caso es que la dichosa palabrita vuelve a usarse en pleno siglo XXI, pero en forma despectiva hacia quienes defienden el matrimonio homosexual, el derecho de la mujer a decidir si aborta o no, la opción de tener una muerte digna o la importancia de un Estado laico.  

Tan solo hace unas semanas aterrizaron en Panamá dos esperpentos porteños, que vinieron a escupir veneno contra la “ideología de género” y el matrimonio igualitario, pero desde una novedosa teoría de un complot neomarxista, que busca acabar con la humanidad usando como herramientas a la ONU, a Hillary Clinton, a Barack Obama y a Aplafa.  Y claro, todas esas supuestas aberraciones, nacidas en sus enfermizas obsesiones, son esparcidas por los peligrosísimos “progres”.

El otro elemento de este chicheme es que los fanáticos religiosos cristianos (tanto católicos como evangélicos), se incorporan para cuestionar todo aquello que se opone a su visión “cristianocéntrica” de la sociedad. Tan solo esta semana, criticaban que Olguita Sinclair les enseñara técnicas de relajación de yoga a los niños que van a sus talleres porque “esas son prácticas esotéricas del budismo que no deben inculcarse a los niños en una sociedad cristiana como la nuestra”.  Porque, como “el mundo va por mal camino”, esta gente ha decidido enderezarlo. 

Como si fuera poco, a esta ola de fanatismo conservador se unen los líderes populistas de derechas, quienes aprovechando esos temas reclutan a los grupos religiosos y montan campañas políticas estructuradas sobre discursos de odio, negando hasta el derecho al respeto que deben tener en un mundo civilizado las mujeres, las minorías raciales, los ateos y las personas lgbti.  Si no me creen, oigan las barbaridades que dicen Donald Trump y Jair Bolsonaro cada vez que tropiezan con un micrófono.  

Pero lo peligroso es que estas cosas uno sabe donde comienzan, pero no donde terminan.  Ya en Estados Unidos y en Brasil ha habido casos de violencia contra minorías, por quienes se sienten apoyados por el poder político.

Si las cosas no cambian, no demoraremos en ver que se persigue la investigación científica, que tiene la mala manía de obtener resultados que frecuentemente respaldan las posturas de los “progres”...

Como dicen quienes defienden esas ideas, “que Dios nos coja confesados”.

El autor es cardiólogo


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