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Oráculos y padres del chavismo en Panamá

Un oráculo era un intermediario a través del cual se creía que los dioses o fuerzas sobrenaturales transmitían respuestas, advertencias o consejos a los seres humanos, especialmente sobre el futuro o decisiones cruciales. Estos pronunciamientos ocurrían en lugares sagrados y, en la antigüedad, eran considerados manifestaciones directas de la voluntad divina.

Las civilizaciones antiguas acudían a los oráculos no solo para asuntos de Estado-como declarar la guerra, firmar la paz, reformar el gobierno o promulgar leyes-, sino también para decisiones personales como negocios. Los rituales incluían ofrendas y sacrificios prolongados, ya que los oráculos no se pronunciaban con regularidad, sino en momentos específicos.

Entre los oráculos más influyentes -cuya intervención, en ocasiones, precipitó el declive de sus propias civilizaciones- destacan el Oráculo de Delfos en Grecia, Augures Romanos, Oráculos Shang en China y los sistemas de presagios de los sacerdotes Aztecas. La excesiva dependencia del Oráculo Delfos en la política griega ayudó a paralizar decisiones racionales, mientras que, en Roma, la manipulación de los Augures para legitimar decisiones arbitrarias contribuyó al colapso del Imperio.

Aún hoy, los eruditos debaten si las respuestas de estos oráculos que condujeron al fracaso provenían de espíritus malignos, de la impostura de los sacerdotes o de la corrupción de los intermediarios. Lo que sí está documentado es que Heródoto fue el primero en denunciar la corrupción en los templos oraculares de Egipto y Grecia. Otro testimonio clave es el del político Demóstenes, quien luchó contra la expansión de Macedonia bajo el Rey Filipo. Demóstenes acusó a los oráculos de Delfos de ser instrumentos serviles de sus enemigos acuñando la frase: «Los Oráculos Filipizan».

Las consultoras de gestión a nivel gubernamental son empresas (que tienen accionistas a los que responden) especializadas en brindar asesoría, análisis y soluciones estratégicas para mejorar la eficiencia, eficacia y transparencia en la administración pública. Estas consultoras trabajan directamente con gobiernos para legitimar las acciones contramayoritarias de las autocracias y evitar la democracia participativa.

Como los antiguos oráculos, estas consultoras no solo predicen: orientan decisiones, moldean narrativas y legitiman caminos únicos como si fueran inevitables. Su lenguaje técnico otorga un aura de neutralidad y racionalidad, que enmascara su rol como agentes de intereses privados y promotores de un modelo de gestión basado en la eficiencia económica, más que en la justicia social o la equidad.

Las consultoras priorizan intereses de clientes privados (como fondos de inversión privado) sobre el bien público y una democracia participativa. Al asesorar gobiernos, pueden sesgar recomendaciones para no perjudicar a industrias lucrativas como farmacéuticas, corporaciones que usan fibra óptica o la banca bursátil, como en efecto ocurrió con la ley de reforma al seguro social y la lesiva ley 462.

Durante una crisis, las decisiones políticas del Ejecutivo definen quiénes se benefician y quiénes pagan los costos, moldeando el futuro de la sociedad y la economía. En la crisis financiera mundial de 2008, los gobiernos adoptaron enfoques diversos, como la nacionalización de bancos, la expansión cuantitativa, austeridad y estrategias para impulsar las exportaciones. Estas medidas crearon una matriz de ganadores y perdedores. En Estados Unidos, por ejemplo, investigaciones revelaron que la crisis afectó desproporcionadamente a los trabajadores y a los sectores más pobres.

En la actualidad las grandes consultoras de gestión han asumido el papel central en la toma de decisiones política y económicas en Panamá luego de la pandemia covid-19, a través de la administración del paso firme, creando el cultivo para la llegada al poder de una izquierda radical al replicar reformas estructurales que ya recetaron en Venezuela en las décadas de 1980 y 1990 en la re estructuración de su impagable deuda.

En el pasado, los Oráculos eran figuras sagradas que proporcionaban guía a los gobernantes, reyes y emperadores. Hoy en lugar de templos y altares, las autocracias se apoyan en oficinas refrigeradas cerca de la bolsa de valores panameña con presentaciones de PowerPoint, hojas de cálculo y lenguaje tecnocrático. Las grandes consultoras de gestión han asumido el rol de los nuevos oráculos, influyendo de forma decisiva en políticas públicas, reformas estatales y en el apalancamiento de la deuda pública con austeridad para evitar el cobro de los impuestos a los comerciantes.

En la actualidad, ante la grave crisis económica que azota a Panamá -con una deuda privada y pública insostenible-, el gobierno ha recurrido de manera creciente a los nuevos “oráculos modernos”: consultores internacionales cuyo informe y recomendaciones sustituyen la democracia participativa. Estos grupos, alineados con los intereses económicos particulares de los fondos buitre, promueven medidas de austeridad para apalancar la deuda, ignorando el costo social de sus políticas.

Con sedes en Panamá, estas firmas han perfeccionado estrategias para impulsar agendas económicas radicales en la región.

El caso de Venezuela es emblemático. Durante el boom petrolero de 1974, Carlos Andrés Pérez asumió la presidencia prometiendo “administrar la abundancia con criterios de escasez”. Sin embargo, su gobierno despilfarró los petrodólares en megaproyectos insostenibles y el clientelismo, exacerbando la dependencia del crudo para evitar cobrar los impuestos a los comerciantes. Tras su re elección en 1988, heredó una crisis que él había generado previamente y se agudizó por la caída de los precios del petróleo.

En 1989, aplicó un paquete de reformas para reestructuración de las deudas y mantener el grado de inversión impulsado por consultores internacionales como Mckinsey & Company (reestructuración del estado), Price Waterhouse (liberación económica) y Delitte & Touche (reformas fiscales). Estas medidas, aunque modernizaron la banca bursátil y la industria petrolera, profundizaron las desigualdades mediante privatizaciones, recortes sociales y la precarización laboral. El resultado fue “El Caracazo”, una revuelta popular reprimida violentamente, que marcó el fin de la “Venezuela Saudita” y allanó el camino para el ascenso de Hugo Chávez y su revolución Bolivariana en 1998.

La situación actual de Panamá guarda inquietantes paralelos con la Venezuela de los años 90. Una crisis bancaria post pandemia, agravada por malas decisiones en el manejo de la deuda y la injerencia de consultoras en gestión pública, han generado un creciente descontento social. Mientras el pueblo venezolano denunciaba que “el dinero del petróleo no llegaba a sus hogares” hoy los panameños cuestionan por qué “los beneficios del Canal no se reflejan en sus comunidades.

El problema radica en que estos “oráculos modernos” operan con opacidad: sus contratos con el estado escapan al escrutinio público, a diferencias de otras instituciones sometidas a fiscalización como los sindicatos. Sus recomendaciones, enfocadas en “salvar el grado de inversión”, prioriza el pago de la deuda sobre el bienestar social, perpetuando un modelo que debilita la democracia participativa al que aspiran los panameños.

Una democracia funcional participativa requiere un Estado capaz de generar bienes colectivos. El debate no debe centrarse en “reducir el tamaño del gobierno”, sino en fortalecer su capacidad para crear valor social. Panamá debe aprender de los errores de Venezuela: la tecnocracia impuesta desde fuera, sin consenso ciudadano, solo alimenta el resentimiento y la inestabilidad para el ascenso de cualquiera Revolución con una narrativa anti establishment.

Las consultoras de gestión han sustituido a los oráculos antiguos: concentran poder en pocas manos, desplazan el debate ciudadano y ofrecen respuestas cerradas a problemas complejos. Es urgente recuperar la deliberación democrática en Panamá y cuestionar quienes están realmente tomando las decisiones que afectan al panameño. Apolo ha hablado: no cobren impuestos a los comerciantes y recorten gastos como la educación y salud, exclamó el oráculo de Delfos en el templo de la calle 50.

El autor es médico sub especialista.


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