Caja de Seguro Social, Bocas del Toro, la minera, memorándums de entendimiento, río Indio: todos son temas que apenas representan la punta de un iceberg mucho más grande y profundo. Ese iceberg incluye la situación económica y social, el deterioro de la conciencia nacional, la desintegración del Estado y otros factores que los verdaderos expertos podrían identificar como causas de las frecuentes manifestaciones de hartazgo ciudadano, que estallan con el más mínimo chispazo.
Urge aceptar que el Estado panameño requiere atención urgente e integral para enfrentar el cúmulo de problemas, la falta de credibilidad y la desconfianza heredada de administraciones anteriores, sumadas a las actuales deficiencias.
Señor Presidente, usted tiene la obligación de trascender y sobreponerse a los desaciertos de su gestión, evidenciados hasta ahora. Entre ellos: los cabos sueltos en torno a la Ley 462, la percepción de una relación pusilánime con el gobierno de Donald Trump, la falta de medidas para evitar los despidos masivos en Bocas del Toro, entre otros. Todo esto, sin mencionar los lamentables modos y formas exhibidos por usted y su equipo, con muy pocas excepciones.
Sin embargo, y lo digo con fe y optimismo, todavía tiene la oportunidad de redimirse ante el noble pueblo panameño, que paga su salario, la planilla de su gobierno y el resto del presupuesto nacional.
El gran problema nacional debe dividirse en partes, establecer prioridades y ser atendido con liderazgo, sumando la participación de los distintos grupos representativos de la sociedad en cada tema. La innovación es crucial, pues muchos asuntos —como la educación o la inversión, tanto extranjera como local— requieren tiempo para mostrar resultados. Y ese tiempo ya no lo tenemos.
Es momento de actuar con urgencia. Es tiempo de innovar, de abandonar el libreto tradicional, de sorprendernos a nosotros mismos. No hay opción.
Si no:
¿Cómo van a cotizar los informales, independientes o emprendedores en la CSS un mínimo de B/.800.00, si actualmente no generan ni eso?
¿Cómo lo harán quienes no tienen qué comer, dónde vivir o quienes enfrentan otras carencias urgentes?
¿Cuánto más esperaremos para atender a los orates y adictos que deambulan por las calles, ante la indolencia del Estado (que somos todos)?
¿Cómo despegará la economía, para aumentar la cotización a la CSS con más y mejores empleos dignos?
¿Quién romperá el hielo para reactivar la circulación económica e inyectar recursos de forma más equitativa?
Delegue. Entregue la dirección de estos esfuerzos a personas con experiencia y credibilidad en cada frente.
No puede decir que no necesita compañero de viaje en algunas decisiones, cuando fue el pueblo quien lo eligió conforme a la Constitución y las leyes. Ese pueblo lo aceptó como compañero de viaje al frente del Ejecutivo, para escucharlo y atenderlo, no solo para seguir el punto de vista empresarial.
Señor Presidente, tiene que lidiar con todos, incluso con algunos sindicatos y gremios que —como su propio gobierno— son parte del vino amargo de este país. En fin: nuestro vino.
El autor es técnico en Tecnología Industrial.

