La salida de Panamá de la lista de países de alto riesgo de la Unión Europea es una gran noticia. Fortalece nuestra imagen internacional, facilita la atracción de inversiones, mejora las relaciones bancarias con Europa y demuestra que Panamá está comprometido con la transparencia y con la lucha firme contra el blanqueo de capitales. Es un paso decisivo hacia la recuperación de la confianza internacional y el impulso del desarrollo económico sostenible que tanto necesitamos.
Aunque atravesamos tiempos difíciles, es fundamental mantener una actitud optimista y constructiva. El pesimismo permanente solo alimenta la desesperanza y nos impide reconocer las señales de cambio y la voluntad genuina de mejorar. Cuando un gobierno muestra buenas intenciones, carácter y compromiso con el país, lo más sensato es apoyar su gestión con espíritu crítico, sí, pero también con esperanza y sentido de responsabilidad cívica.
Más vale una vez rojo que mil veces rosado: enfrentar los problemas con decisión y valentía siempre será preferible a seguir maquillando la realidad con discursos vacíos o evasivos. Durante años, Panamá fue rehén de grupos radicales que usaban el chantaje y la extorsión como armas políticas. Hoy vemos un cambio: el Estado ha recuperado su autoridad legítima, y el respeto a la ley vuelve a ocupar su lugar en el centro del debate nacional.
Este gobierno ha dado pasos firmes hacia la transparencia y la rendición de cuentas. Las conferencias de prensa de los jueves se han convertido en espacios abiertos, donde se abordan todo tipo de preguntas, sin guiones ni filtros. Además, los ministros han sido empoderados como hacía tiempo no veíamos: hablan por sí mismos, explican sus decisiones y rinden cuentas con claridad. Esto refleja una nueva manera de gobernar, basada en la confianza y la responsabilidad compartida.
También se ha fortalecido la alianza con la empresa privada, reconociéndola como una socia indispensable del desarrollo nacional. Esta colaboración ha generado nuevas oportunidades de empleo, inversión y crecimiento. Al mismo tiempo, se han abierto espacios reales de diálogo con opositores y sectores con ideas distintas. Escuchar no es signo de debilidad, sino de madurez política y sentido democrático.
Enfrentar el problema estructural de la Caja de Seguro Social ha sido otro acto de valentía. Los gobiernos anteriores evitaron este tema por miedo al costo político. Hoy, sin embargo, se ha iniciado un proceso serio —aunque complejo— que busca soluciones reales y sostenibles.
Por primera vez en mucho tiempo, vemos a un presidente que gobierna con carácter. Sabe que ningún gobierno se repite en Panamá y parece más enfocado en dejar un legado que en construir una imagen. Es un hombre de familia que quiere hacer lo correcto, consciente de que cuatro años pasan volando. Por eso, más que criticarlo todo por deporte, deberíamos estar dispuestos a sumar. Cuando quien dirige lo hace con buenas intenciones, el país necesita más manos que piedras.
El autor es empresario.

