El crecimiento económico lo dirige la inversión de capital, siendo la empresa privada la inyección más significativa y, como tal, esta recibe la principal parte del lucro final de dicha inversión. Aunque muchas veces esto no llega, siquiera en forma parcial u homogénea al resto de la sociedad e, impávidos apreciamos cómo el rédito correspondiente de este crecimiento económico, que debe estar destinado al Estado se ve dilapidado deshonestamente por sectores dominantes del quehacer nacional o sea por conciudadanos híbridos de la “clase político-económica” dominante.
Desde los Diálogos de Coronado se vienen repitiendo diagnósticos situacionales y causales similares y se dan propuestas correctivas y positivas, pero solo con aplicaciones a la superficialidad de esas causas fundamentales, que justamente residen en la eliminación de la corrupción, la falta de respeto a las reglas de juego en la aplicación de las leyes y reglamentos. O sea, que vemos ausencia de justicia y de eliminación de injerencias politiqueras (también corruptas) en todas las instancias del desarrollo.
Allí el padecimiento y la reactividad popular silente, pero potencialmente explosiva, tanto en su frecuencia, como en la expresión de número cada vez mayor de personas y juventud preclara e ilustrada.
Coincido que, en este último diálogo, apropiadamente obligado en Penonomé a ser llamado “Mesa Única” (ya que los gobiernos en su tozudez acostumbran distraer la comunidad sorteando crisis, tras crisis, por medio de “tenté allá(s) y diálogos paralelos”) terminada “su primera etapa” ha conseguido un aumento débil y parcial entendimiento con los grupos populares demandantes un aumento mínimo de confianza entre los participantes el gobierno y en menor grado con la empresa privada. Sin embargo, en segunda instancia, que supone se ampliará el diálogo a todos los sectores posibles de nuestra sociedad; infaliblemente llegaremos a similares conclusiones y propuestas: promoción de la honestidad y de la vocación de servicio; promoción de una verdadera identidad nacional alejada de personalismos, ¡por la vía educativa desde la niñez! Implementar una verdadera revolución administrativa y del concepto “política” (*esta que es una ciencia profesada por vocación para el bien común, con los necesarios castigos proporcionales al daño social, sin miramientos en contra de la especulación, el agiotismo desmedido y la criminalidad). ¡Y es que es digno y premiado, asumir costos por el bien común! ¡Es de mediocres la permisividad (de cualquier especie) a beneficio personal en perjuicio del bien común!
Allí, para mí, la poca expectativa de resultados positivos a largo plazo que nos conduzca a la paz social nacional anhelada; esto lo digo porque con alto grado de vivencias y en la llamada Concertación Nacional para el Desarrollo (que existe por ley bajo el nombre de Consejo Nacional de Concertación Nacional para el Desarrollo (CCND), convocada por el expresidente Martín Torrijos, a todas luces para calmar ánimos justificados y provocados por los múltiples envenenamientos inadmisibles por dietilenglicol, en su administración. Palpar que, transcurridos ya 15 años de importantes propuestas y conclusiones, estas han sido toreadas por todas las administraciones en lo referente a los problemas más críticos y en lo fundamental arriba expresado, por medio de componendas “para la gobernabilidad”.
Son quince (15) años perdidos en la implantación progresiva y programática de procesos y planes, consensuados con muy escasos disensos, sumamente importantes para temas puntuales nacionales, entre ellos salud, medicamentos y otros.
Vemos que al final se llegó al mismo diagnóstico de la causa común, que reside en la real percepción de corruptela generalizada tradicional, además de ausencia de una política constructiva como realmente significa esta palabra. Simplemente ninguno de los partidos o alianzas en gobierno está dispuesto eliminar estos factores causales de la patología nacional: la pobreza, inequidades múltiples e insatisfacción de las clases medias, pobres y rezagadas. Allí reside todo y no van a ser eliminadas porque no están dispuestos a cambiar, ni hacer acto de constricción y al permanecer la inconsciencia del fenómeno psicológico principal, que es la gula y la insaciabilidad por el lucro. Estos actores, no quieren ver que ningún pueblo es pacato eternamente y que están cocinando muy malos presagios para “tirios y troyanos”.
El autor es médico.
