A Panamá se le analiza como una economía homogénea. Error metodológico. El país se ubica en torno al puesto 57 del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Ese índice oculta una fragmentación profunda. Dentro del mismo territorio conviven realidades equivalentes a países ubicados entre los primeros 30 del mundo (Italia) y otros del fondo del ranking global (Níger), de los 193 puestos de los países investigados.
Panamá indígena. Referencia territorial: Ñokribo, Buenos Aires. Comparable a: Níger, Burkina Faso (puestos 180–190).
La pobreza multidimensional supera el 90%. El acceso continuo a agua potable, salud integral y educación completa no está garantizado. La escolaridad promedio es baja. La desnutrición infantil persiste. El empleo formal es marginal. La presencia estatal es débil y a cuentagotas. Este nivel no corresponde a un país de ingreso medio alto, sino a economías de subsistencia con institucionalidad mínima. Aquí el desarrollo no está rezagado: no ha llegado.
Panamá Mozambique. Referencia territorial: periferias laborales y Panamá Oeste. Comparable a: Honduras, Cabo Verde (puestos 120–140).
Predomina la informalidad, próxima al 50%. Ingresos inestables. Desempleo aún por encima del nivel prepandemia. Precios altos presionan a los hogares. Transporte costoso en tiempo y dinero. Movilidad social limitada. Este Panamá sostiene el funcionamiento urbano, logístico y de servicios, pero no participa, en proporción, de sus beneficios. La macro crece; el hogar no.
Panamá Ghana. Referencia territorial: Sabanitas, Portobelo, Chepo. Comparable a: El Salvador, Vietnam (puestos 100–110).
No es pobreza extrema ni urbana. Es pobreza territorial. Hay carreteras, pero servicios incompletos. Centros de salud con cobertura parcial. Escuelas con brechas persistentes de aprendizaje. Baja inversión productiva. Empleo dependiente del sector público, agricultura de bajo rendimiento o comercio informal. La distancia se convierte en desigualdad acumulada. Cada kilómetro resta oportunidades.
Panamá Portugal. Referencia territorial: David, Santiago, Penonomé. Comparable a: Croacia, Uruguay (puestos 45–55).
Ciudades medias con servicios razonables y estabilidad funcional. Educación secundaria extendida y vida universitaria. Actividad comercial constante. Clase media territorial. Dependiente del ciclo económico nacional y del gasto público. No genera suficiente innovación ni empleo de alto valor agregado. Resiste las crisis mejor que otros territorios, pero no acelera. Estabilidad sin motor propio.
Panamá Dubái. Referencia territorial: Ciudad de Panamá y corredor interoceánico. Comparable a: España, Italia (puestos 25–30).
Concentra cerca del 85% del PIB. Infraestructura moderna. Puertos de clase mundial. Centro financiero, aerohub, telecomunicaciones avanzadas. Empleo formal mejor remunerado. Baja pobreza. Alta conectividad global. Es el Panamá que observan inversionistas, calificadoras y organismos multilaterales. Funciona con estándares del mundo desarrollado. Es real. Pero no es el país completo.
La conclusión es técnica. Panamá no falla por falta de recursos, sino por asimetría interna. La dolarización estabiliza, pero no redistribuye. La logística genera riqueza, pero no corrige brechas. La macroeconomía ordenada convive con microeconomías frágiles. La educación pública reproduce desigualdad. La salud es dispar y con mora quirúrgica sin bisturí.
Analizar Panamá desde el promedio conduce a diagnósticos incompletos y proyecciones vulnerables. Son cinco niveles de desarrollo coexistiendo. Cinco ritmos. Un solo país que aún no logra encontrarse consigo.
El autor es filólogo y docente.

