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Panamá: ni bendito ni maldito

Soy panameño de nacimiento y muy orgulloso de ese origen. No obstante, en los últimos años he tenido la oportunidad de analizar con calma y sistemáticamente los detalles que permiten valorar adecuadamente el lugar de nacimiento, sus proyecciones y oportunidades.

Al respecto me gustaría señalar que Panamá es un país democrático y, en consecuencia, todos los panameños vivimos amparados por los principios básicos que nos brinda la democracia. Sin embargo, en los últimos años la democracia que rige en Panamá se ha convertido en el hazmerreír de todos los que, de una forma u otra, creemos en ella.

Recordemos algo que es muy importante: en una democracia, los que mandan o dirigen el Estado son escogidos en votación por los ciudadanos. En teoría, si todo está en orden, los votantes son responsables de las calificaciones actuales de quienes gobiernan. En consecuencia, lo primero que hay que hacer es aprender a votar adecuadamente. Esto significa votar por quienes ofrecen el mejor plan de gobierno, con su respectivo plan de acción. Sólo así tendremos algún documento que nos ayude a valorar nuestro accionar colectivo.

En Panamá, en los últimos periodos, ese no ha sido el caso. Incluso se eligió como presidente al hijo de un dictador, un hombre que irrumpió en el poder por la fuerza de las armas. Como si fuera poco, el partido que formó ese dictador es el que aún posee el mayor número de adherentes inscritos. Todo esto nos permite entender que, en nuestro país, las cosas no andan del todo bien.

Todos los gobiernos, sin importar la figura que los representa, han tomado como modelo la dictadura militar. En consecuencia, gobiernan a su libre albedrío, hacen lo que quieren e irrespetan la salud mental del pueblo panameño.

De esa manera llegamos al estado actual, en el que quien gobierna se dio el lujo de declarar que su administración sería de corte empresarial, con lo cual desconocería las luchas históricas de este pueblo por defender sus derechos y retomar la administración del canal de Panamá.

La historia nos enseña —aunque con una crueldad inusitada— que todo lo que hacemos tiene sus consecuencias. Durante el período presidencial del actual gobernante en la República de Panamá se dieron fuertes enfrentamientos entre el gobierno, que apoyaba una ley que reformaba la Ley de la Caja de Seguro Social (CSS), y los que se oponían a dicha norma.

Esa lucha, que inicialmente fue llevada adelante por el Sindicato Único de los Trabajadores de la Construcción y Similares (Suntracs), junto con los educadores, sumó al Sindicato de Obreros de las Bananeras en la provincia de Bocas del Toro. Para el gobierno de turno, el tema era sencillo: acabar con las asociaciones de educadores, acabar con el Suntracs y acabar con el sindicato de las bananeras.

El autor es ciudadano.


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