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Panamá rumbo al Mundial 2026: el momento de transformar el Rommel Fernández

Panamá rumbo al Mundial 2026: el momento de transformar el Rommel Fernández
Ismael Díaz disputó todo el partido contra El Salvador, en el estadio Rommel Fernández. Foto: Elysée Fernández

La histórica clasificación de Panamá al Mundial 2026 no es solo un triunfo deportivo; es también una señal que despierta en muchos de nosotros una convicción largamente acariciada: ha llegado el momento de replantear, con seriedad y visión de futuro, el destino del Estadio Rommel Fernández. Durante años he reflexionado sobre la necesidad de otorgar su administración, mediante una concesión, a la empresa privada, especialmente a aquellos grandes contribuyentes —bancos, aerolíneas, cadenas de supermercados y aseguradoras— que han demostrado capacidad de gestión, inversión y compromiso con el país.

Este no es un llamado improvisado. Es una invitación a reconocer que el fútbol panameño requiere una estructura moderna, sostenible y profesional para dar el salto que exige la nueva realidad deportiva. El propio entrenador Thomas Christiansen lo ha dicho con claridad: la verdadera evolución del fútbol nacional pasa por la identificación temprana del talento, la formación integral de las nuevas generaciones y la creación de espacios donde los jóvenes puedan desarrollarse con disciplina, exigencia y sueños posibles.

Hoy, Panamá mira al mundo con orgullo. Hemos sido testigos de la madurez de una selección que demuestra que la pasión, la entrega y el trabajo colectivo pueden llevarnos muy lejos. Pero también debemos asumir, con honestidad, que sin una infraestructura adecuada y un modelo de gestión eficiente, este momento podría quedar atrapado en la memoria, en lugar de convertirse en un punto de partida.

Una concesión del Rommel Fernández permitiría contar con un estadio vivo, dinámico, mantenido con criterios técnicos y gestionado bajo estándares internacionales. Esto abriría la puerta a academias permanentes, centros de alto rendimiento y programas de captación de talento que integren a niños y jóvenes de todo el país. Las empresas privadas, a su vez, encontrarían en este proyecto un espacio para contribuir de manera significativa al tejido social y al crecimiento cultural que el deporte promueve.

El Mundial 2026 no debe verse como una meta alcanzada, sino como un puente hacia el futuro. Tenemos frente a nosotros una oportunidad única de decidir si Panamá continuará celebrando momentos aislados o si, por fin, construiremos bases sólidas para convertirnos en un país futbolero en toda la extensión de la palabra.

El orgullo que sentimos hoy debe transformarse en acción. Si queremos que la emoción que nos une perdure por generaciones, debemos atrevernos a cambiar, a innovar y a confiar en que la colaboración entre el sector público y el privado puede ser el motor que eleve nuestro fútbol al lugar donde todos anhelamos verlo.


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