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¿Para qué estamos educando?

“La educación alimenta la confianza. La confianza alimenta la esperanza. La esperanza alimenta la paz”. – Confucio.

Uno de los principales problemas que enfrentamos como país es la incertidumbre educativa. Este fenómeno puede entenderse como la desconfianza en la efectividad de la educación pública para desarrollar las capacidades y habilidades de los estudiantes, de modo que puedan mejorar sus futuros y acceder a mejores oportunidades académicas y profesionales.

La educación en Panamá enfrenta una nueva crisis: el estancamiento del aprendizaje estudiantil. La pérdida de horas lectivas, la desmotivación generalizada —tanto en docentes como en alumnos— y las discrepancias entre gremios docentes y entidades administrativas han entorpecido aún más una educación ya deteriorada. Sin embargo, como sociedad, todavía no parecemos comprender a plenitud la gravedad de esta situación. La educación es la columna vertebral que sostiene a todo un país; sin ella, no solo se afecta el desarrollo individual, sino que también se pone en riesgo la estabilidad social y económica.

Por otro lado, la brecha entre la educación pública y la privada ilustra con claridad la problemática de la incertidumbre educativa. Un mayor número de estudiantes en las aulas no garantiza mejores desenlaces en sus vidas. Esto genera una crisis de confianza en el sistema, que impacta no solo la continuidad de los estudios, sino también la voluntad y el rendimiento dentro del aula. Esta realidad evidencia la urgencia de replantear nuevas formas de medir y evaluar tanto el rendimiento estudiantil como el desempeño docente, ya que, como se ha dicho en reiteradas ocasiones, no se puede perfeccionar lo que no se mide.

La respuesta a nuestros problemas educativos puede resumirse en una idea clara: educar para transformar. Sin motivación estudiantil, es casi imposible realizar un cambio contundente en el funcionamiento del sistema. Por ello, el papel del docente se vuelve cada vez más determinante en el futuro de sus alumnos. La actualización del pensum académico no será suficiente sin la vocación y la voluntad de los educadores. Pero, sobre todo, es necesario involucrar a todos los sectores, tanto directa como indirectamente, en el presente y futuro de los estudiantes.

Esto implica que, para mejorar la situación socioeconómica de niños y adolescentes, debemos realizar un diagnóstico certero de la situación actual del país. Los resultados de dicho análisis nos permitirán identificar hacia dónde debe encaminarse la educación, cuáles son las falencias del sistema y qué habilidades son más necesarias para que los panameños puedan aspirar a mejores oportunidades laborales.

Dejando a un lado —aunque sin restarle importancia— el rol de las familias y sus consecuencias en el desarrollo de los jóvenes (tema que daría para otro artículo), los educadores, más allá de ser transmisores de conocimiento, son formadores de ciudadanos. Provengo de un centro educativo cuyo lema es “Educando en valores”, y soy testimonio de la formación que recibí en el C.E. Guillermo Endara Galimany. El modelo de educación integral implementado allí contemplaba no solo habilidades y conocimientos académicos necesarios para acceder a buenas universidades, becas o empleos, sino que también se complementaba con el compromiso real del docente hacia el estudiante, guiándolo en buenas prácticas, valores éticos y morales sólidos, así como en el desarrollo de habilidades sociales e independencia crítica.

La voluntad tanto de estudiantes como de docentes para transformar la educación no debe ser negociable, ya que no existe otra vía real para mejorar nuestro país. Claro que el diálogo es necesario, pero la resistencia al cambio ya no es una opción. Debemos conectar el aprendizaje con la realidad, a través de una enseñanza activa y con sentido, para que los estudiantes encuentren en el proceso educativo respuestas a muchos de los problemas socioeconómicos que enfrentamos. Es una responsabilidad colectiva reconocer la importancia del acompañamiento emocional y el estímulo positivo en el proceso de aprendizaje.

Fomentar la autonomía y la libertad de pensamiento —es decir, un pensamiento crítico y constructivo— nos ayudará a dejar atrás la dependencia de la memorización y a potenciar la capacidad de reflexión y creatividad en nuestros jóvenes. Adicionalmente, un plan nacional de inversión educativa se vuelve impostergable para darle un giro al sistema educativo panameño. No obstante, dicho plan no debe cambiar con cada administración gubernamental; de lo contrario, la inversión en educación no será sostenible ni efectiva.

Es hora de mejorar lo que se puede mejorar y perfeccionar lo que ya está bien. Pero, para lograrlo, es necesario devolverle valor y dignidad al proceso de enseñanza-aprendizaje, invertir en educación con propósito y, sobre todo, reformar los programas de formación, evaluación y actualización docente. Todo esto, por el bien de nuestros estudiantes.

El autor es internacionalista.


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