Nos está llegando la hora de una vital e importante elección nacional. Nos quedan 13 meses de tiempo para tomar nuestra personalísima y secreta decisión tras la cortina.
No es –esta vez– una simple decisión sobre el o la más atractiva o con el mejor discurso, siempre mentiroso, de campaña. No. En esta vuelta estamos frente a confirmar una cleptocracia (gobierno de ladrones que nos roba a tí y a mí) o a servir de partera o partero en el nacimiento de una real democracia de gente nueva, sin cola de paja y de comprobada capacidad de organización y eficacia para un real golpe de timón hacia una democracia justa que premie la honestidad y capacidad de cumplir sus anunciados propósitos. Queremos una especie de gobierno de “Chinchorros” para aquellos que tuvieron –como yo– el privilegio de conocerlo en toda su dimensión.
Las opciones están disponibles allí. Habrá sobradas razones para diputados de Vamos (liderados por Juan Diego Vásquez), de Otro Camino (liderado por Ricardo Lombana), de otro grupo de postulados por Movin y algunos otros. Desafortunadamente, la apertura por la libre postulación se la robaron los partidos formales e informales, quedando fuera los verdaderos “independientes”.
Para presidente, están todos los cleptócratas de variados partidos y próximas alianzas, y un “partido de independientes” que postulará al hombre “del chichón”, quien aprendió -a tiempo– varias grandes lecciones (porque metió la pata, no una sino tres veces), hasta que finalmente entendió y asumió su error. ¡Importante lección pre presidencia!
Ya logramos la democracia electoral (yo viví las etapas electorales de varilleros, Boinas Negras y el vulgar robo de urnas). Hoy –aunque con un Tribunal Electoral muy golpeado– no repetimos gobiernos ineptos y malos, y todos aceptamos los resultados producidos; muy poco tiempo después del cierre de urnas, los perdedores aceptan su derrota y la transición de gobierno se logra civilizadamente, en paz.
Hablando hace unos días con un amigo venezolano me decía “nos acostumbramos a la corrupción y criticábamos la democracia hasta que un día la perdimos... ¡Y perdimos el país! Como ciudadanos, ¡fracasamos!”
En este espejo trágico tenemos que mirarnos. Somos nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos que ser parteros o parteras de una nueva y renovada democracia, propuesta por las acciones de muchos jóvenes que nos ofrecen esa opción. Y el momento es ahora, dentro de 13 meses, actuando con nuestra conciencia como la fuente primaria de poder de una democracia justa, honesta y participativa, cuando estemos solos detrás de la cortina.
Ya lo hemos hecho antes. Y, nuevamente, ¡nos toca!
El autor es presidente fundador del diario La Prensa

