[XENOFOBIA]

El patán que se cree rey

El patán que se cree rey
El patán que se cree rey

¿Se ha preguntado usted por qué cada vez que Trump le falta al respeto a un grupo de personas reduciéndolas a una caricatura grotesca aumenta su popularidad entre los votantes republicanos? No creo que sea nada más por las majaderías que dice, algo inusual en un candidato presidencial estadounidense, país en donde la constante ha sido el decoro, pero muy reminiscente de las embestidas del venezolano Hugo Chávez y su prolongación mecánica Nicolás Maduro. Aunque, como escribió Adolfo Hitler, es una trágica verdad que la psique de las masas no reacciona ante un líder que muestra debilidad, y Trump es muy macho, en el peor sentido de la palabra.

Pero su problema no es superficial, es de fondo. Cuando el delirante candidato insulta a las mujeres y sus seguidores asienten con una sonrisa, es obvio que ambos ven a las mujeres como objetos desechables y reemplazables. También es evidente que cuando insulta a mexicanos, negros, judíos y musulmanes, y sus seguidores le aplauden es porque entre ambos hay una conexión xenofóbica y racista.

Mientras tanto, el mal ejemplo cunde y hoy los demás candidatos a la elección primaria republicana compiten con él para ver quién es más intolerante y, por ende, gana más aplausos en el sector más conservador del Partido Republicano.

Considere cómo Trump ha aprovechado los atentados terroristas en París para darle un nuevo giro de tuerca al sentimiento xenofóbico asociando al extranjero con el terrorista. Trump ha dicho que de ser presidente ordenaría el registro de todos los musulmanes residentes en el país y mandaría cerrar varias mezquitas.

¿Recuerda lo que hicieron los nazis con los judíos, sus templos y sus negocios?

Jeb Bush dice que Estados Unidos solo debería admitir refugiados sirios cristianos y lo mismo dice Ted Cruz, pero Chris Christie no quiere ni a los cristianos. Marco Rubio quiere explicar todo como un “choque de civilizaciones” incompatibles.

Y esta no es la primera vez que el racismo, la xenofobia y el machismo aparecen en las campañas políticas de este país. En un libro fundamental de la historia de Estados Unidos, The party of fear (El partido del miedo), el historiador David Bennett cuenta de qué manera los movimientos de extrema derecha han tratado de proteger “las virtudes” de la nación mediante la exclusión o la represión de personas e ideas que en su opinión la amenazan. “En la América colonial, cuando la población católica era solo una pequeña fracción del total hubo temores de una conspiración dirigida por estos que se posesionaría del Gobierno y traería esclavitud, pobreza, superstición y miseria”. “Esta tradición –continúa Bennett– se expande con el movimiento Know Nothing (Saber nada), de la década de 1850 cuyo lema era: ‘Americanos, tengan cuidado de la influencia extranjera’… en los años 20 el celo religioso fundamentalista y la fiebre anticomunista reemplazaron temporalmente el sentimiento antiinmigrante”. Y en los años 40 y 50, del siglo pasado, esta tendencia encontró su máxima expresión en la siniestra figura de Edgar J. Hoover en el buró de investigaciones, en HUAC en la Cámara de Representantes y con Joseph McCarthy, en el Senado.

La derecha estadounidense siempre ha tenido una visión edénica de su país y de sus habitantes de raza blanca, origen anglosajón y religión cristiana. Una combinación que los une en el temor a lo desconocido y en el nacionalismo exacerbado. Miedo a que los inmigrantes de piel morena, los judíos, los mexicano-americanos, los japonés-americanos o las ideas de los humanistas seculares cambien el carácter utópico del país que la mente conservadora imagina como propio y único.

Y como del temor a la ira solo hay un paso, las encuestas apuntan que los seguidores de Trump, gente empistolada de raza blanca, sin educación universitaria y que ha convertido el cristianismo en una secta rencorosa también están enojados con los políticos, con su situación económica y con todos aquellos que parecen o son extranjeros.

El consuelo que nos queda a quienes rechazamos la intolerancia es que el escenario político estadounidense se mueve en péndulo y cuando la opinión pública oscila hacia la extrema derecha el péndulo la regresa al centro. Si Trump llegara a ser el candidato del partido republicano, su intolerancia, su rudeza y su insolencia le harían inviable en una elección general.


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