¿Te has preguntado cómo se planifica y ejecutan los objetivos de la agenda social del Estado que deben estar alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? ¿Sabes la diferencia entre ejecutar el gasto corriente o invertir?
Supongamos que una persona gana $3 mil mensuales y otra, mil dólares. La primera no ahorra. Al final de cada mes, su estado de cuenta está en $0.00; mientras que la segunda organiza sus finanzas y no malgasta. Lo mismo ocurre con la ejecución del presupuesto anual del Estado.
Para el período fiscal 2018, el sector salud recibió un presupuesto anual de $4 millones 192 mil, mientras que a educación y cultura se les asignó un presupuesto de $2 millones 557 mil. Se trata de los sectores con mayor asignación presupuestaria. Tienen la crucial misión de ejecutar proyectos y programas que beneficien a la población panameña. Las preguntas a hacerse son: ¿Los administradores y tomadores de decisión relacionados a cada sector tienen bien estructurado el uso de estos recursos de todos, para garantizar la mayor tasa de retorno de esta inversión social? ¿Cuentan con planes de trabajo, objetivos, indicadores de progreso y fuentes de verificación?
De acuerdo al Índice de Pobreza Multidimensional de Panamá (IMP) de 2017, el 19.1% de los panameños vive en condiciones de pobreza multidimensional. 2 de cada 10 panameños tienen carencias en educación, salud, entre otras, en 5 o más de los 17 indicadores del IMP. Esta realidad se evidencia al analizar el Índice Mundial de Competitividad (IMC) en el que Panamá pasa de la posición N°42 (2016) a la N°50 (2017). Entre los factores más problemáticos están la mala salud pública y la deficiente formación de la fuerza laboral.
La salud y la educación van de la mano a lo largo de nuestras vidas: están vinculadas y tienen el potencial de sacar a muchos de la pobreza y ofrecerles la oportunidad de desarrollarse a plenitud. Se hace más obvia esta realidad cuando en el IMC, el cuarto pilar considera a la salud y a la educación primaria en un mismo renglón.
Los problemas de salud pueden socavar gravemente las inversiones en educación. La nutrición de los niños desde su primera infancia afecta su desempeño escolar. Algunas enfermedades mantienen a niños alejados de la escuela durante mucho tiempo. Hay casos de niños que tienen que interrumpir prematuramente su educación para cuidar a familiares enfermos. Los problemas de salud traen consigo falta de concentración y aprovechamiento de las oportunidades de aprendizaje en el aula.
Urge que exista una sinergia de alto impacto entre el Ministerio de Salud (Minsa) y el Ministerio de Educación (Meduca). Es necesario promover desde las escuelas, una educación que fomente la salud preventiva, para reducir embarazos en adolescentes y la terrible amenaza del VIH SIDA. Estudiantes saludables estarán en menor riesgo de deserción escolar y ellos y sus familias tendrán mayores oportunidades de calidad de vida y movilidad social.
Una educación enfocada en lograr una buena alimentación, sumada a la prohibición de venta de comida chatarra en las cafeterías de las escuelas, puede ayudar a prevenir la diabetes y obesidad infantil.
Está evidenciado que los problemas de salud y educación no son solo temas de presupuesto, sino de uso eficaz de los recursos. Planificar con data objetiva es clave para lograr impacto.
Mientras la corrupción y la burocracia estatal sean parte de nuestro diario vivir, continuaremos siendo un país incompetente. Nuestro progreso social no puede apoyarse solo en asistencialismo. No es suficiente un país con recursos económicos; no es aceptable un pobre país rico.
La autora es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación