La ciencia es una actividad muy seria en sí misma, capaz de generar un aumento considerable de la riqueza de un país, siempre que sus autoridades inviertan en proyectos científicos capaces de llevar directa o indirectamente a patentes industriales.
Eso no implica que los científicos sean gente seria y adusta. Ni tampoco que su trabajo se instale por necesidad en el limbo del aburrimiento. En realidad, a veces sucede lo contrario; existe una revista dedicada al humor científico que se llama Improbable Research y concede cada año una especie de contrapremios Nobel con los que se homenajean trabajos de investigación un tanto pintorescos.
Gracias al blog que mantiene José Antonio López, Jal, microbiólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador de Radio Nacional de España, he sabido que el IgNobel –que es como se llama– de 2014, ha correspondido en la categoría de nutrición a una investigadora española y sus colaboradores que descubrieron que de las bacterias lácticas de los excrementos de los niños se pueden obtener probióticos para la producción de chorizos. También menciona Jal en su blog que dentro de la neurociencia –el campo que me queda más cerca– el galardón se lo ha llevado un grupo chino-canadiense que fue capaz de averiguar cómo se activa el cerebro en los sujetos que ven la cara de Jesús en una tostada.
Espero que Keith Welker, investigador postdoc del departamento de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado (Boulder, Estados Unidos) se lleve un premio, ya sea Nobel o anti Nobel, gracias al trabajo que ha publicado en la revista Adaptive Human Behavior and Physiology. Junto con otros cuatro colaboradores, Welker ha estudiado la relación que existe entre la forma de la cara y la competencia como futbolista –calculada por medio de los goles logrados y las tarjetas amarillas y rojas recibidas– en cerca de mil jugadores participantes en la Copa del Mundo del año 2010.
Se sabía ya en qué medida la relación alta o baja entre la altura y anchura (facial-width-to-height ratio, FWHR) del rostro humano puede predecir el comportamiento de una persona. De acuerdo con una investigación publicada en el año 2007 por Eleanor Weston y sus colaboradores, la forma de la cara muestra notables diferencias entre mujeres y hombres que se remontan a nuestros ancestros e intervienen de forma notable en la selección sexual. Justin Carré y Cheryl McCormick indicaron al año siguiente que la relación FWHR predice el comportamiento agresivo en jugadores de hockey tanto universitarios como profesionales. Sin embargo, esos trabajos tienen poca trascendencia más allá de un círculo reducido. El fútbol mueve miles de millones de euros cada temporada solo en Europa. ¿Se imaginan ustedes lo excitados que pueden llegar a ponerse los presidentes y los entrenadores de los clubes más reputados si se enteran de que pueden dar con el fichaje del próximo balón de oro solo mirándole a la cara?