El problema está en la Asamblea



Hemos repetido hasta el cansansio que vivimos en un país presidencialista. Nuestra Constitución divide claramente las funciones y limitaciones de cada uno de los tres Órganos del Estado y, hasta ahora, el Ejecutivo había sido considerado aquel con mayor cuota de poder, por ser el responsable de definir el presupuesto de la nación.

Esta creencia generalizada nos ha llevado a los ciudadanos a enfocarnos en las elecciones presidenciales y a prestarle poca atención a las elecciones de alcaldes, representantes y diputados. Haga el ejercicio y pregúntele a las personas a su alrededor por quién votaron para diputado en 2014, y muchos tendrán que hacer un esfuerzo para acordarse, si es que lo logran.

Cambiamos a los presidentes cada cinco años; sin embargo, tenemos diputados que se han reelegido no una, ni dos, sino hasta cinco veces y, como sociedad, no hemos puesto atención a las razones. Una de ellas es que muchos de estos diputados han entretejido por años un círculo de poder que ha permeado profundas capas en sus circuitos y también dentro del gobierno.

Estos círculos de poder los ha convertido en un verdadero peligro para la democracia, y es que durante los últimos 10 años los diputados han manejado, cada vez más, millonarios presupuestos que han negociado con el Ejecutivo, a cambio de aprobarle a este sus planes y proyectos legislativos. Pero, más allá de las partidas especiales, los presidentes les han cedido espacios de poder en instituciones clave del Estado, lo cual ha intensificado el riesgo para nuestra democracia.

Vemos con preocupación cómo algunos diputados controlan federaciones deportivas que les permiten, por un lado, buscar apoyo electoral entre los deportistas y, por otro lado, recibir fondos de Pandeportes, una institución a la que paradójicamente ellos deben fiscalizar. ¡No se puede ser juez y parte!

Los diputados también controlan los partidos políticos, y desde ese espacio deciden quién puede o no aspirar a ser el candidato a presidente por su partido. Posiblemente sean los diputados los que pongan el próximo presidente del país.

Hasta hace algunos meses, se mantuvieron sumisos al Ejecutivo para garantizar la “gobernabilidad”, y llevaron la fiesta en paz…hasta que alguien pateó la mesa. La “armónica colaboración” entre los poderes del Estado pasó a ser un campo de batalla donde no parece haber humo blanco desde el rechazo y la no ratificación de las candidatas a magistradas presentadas por el presidente Varela.

Qué bueno sería para todos que ese descubrimiento que han hecho los diputados, de que pueden dejar de ser mandaderos del presidente, lo utilizaran para cumplir su misión de legislar en favor de los mejores intereses del país y sus ciudadanos, de fiscalizar el buen uso de los recursos del Estado, de ratificar a los funcionarios propuestos para evitar que lleguen a posiciones de poder personas sin la ética o capacidad para estos puestos, de juzgar al presidente y de juzgar a los magistrados, a fin de sacar de nuestra Corte Suprema a los mercaderes de la justicia. Lamentablemente, este descubrimiento de su posición de poder lo están utilizando para sus intereses personales o partidarios en detrimento del bienestar y futuro de los ciudadanos y sus familias.

Los ciudadanos debemos despertar y enfrentar esta amenaza a nuestra democracia. Los cambios constitucionales son imperativos, pero, más allá de las leyes, necesitamos un cambio total de las personas que llegan a la Asamblea Nacional. No solo tenemos que cambiarlos a todos, tenemos que buscar responsablemente, dentro de la oferta electoral, a los mejores ciudadanos, a aquellos cuya trayectoria, valores y motivaciones nos llevarían a confiarles nuestros bienes más preciados y a las personas que más amamos. Más allá del #NoALaReelección, es el momento de llevar a la Asamblea a una nueva generación de diputados que corrijan el rumbo de nuestra democracia, para mejorar la calidad de vida de todos los panameños. Los ciudadanos tenemos el poder y la responsabilidad de lograrlo en las próximas elecciones.

La autora es conductora del programa ‘Sal y pimienta’ y miembro de Movin.

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