El germen de las protestas de 2023 contra la explotación minera debería ser examinado por este gobierno, empeñado en reabrir la mina. La razón es simple aprendizaje: no cometer los mismos errores. Hubo razones subyacentes, ocultas bajo la bandera del movimiento antiminero. Por ejemplo, la creciente y rampante corrupción de entonces, la incompetencia y ausencia del Gobierno. Esas causas animaron cada día a cientos de miles de personas a manifestarse en las calles.
La esperanza de recuperar sueños, trabajos, negocios, educación y todo lo perdido en la pandemia y/o por culpa de la ineficacia y corrupción del pasado gobierno motivaron un respaldo de la población –aunque parcial– al entonces candidato José Raúl Mulino. Tras su victoria, hay que reconocer que en trece meses ha logrado mucho más de lo que Cortizo hizo en años de gobierno. Pero las causas que motivaron las protestas de 2023 aún siguen latentes… y Mulino las empeora.
La reapertura de la mina responde a la necesidad de crear nuevas fuentes de empleo y todo lo que chorrea, pero es solo un paliativo. Otra gran fuente de trabajo sería el ferrocarril, pero sin estudios de factibilidad y desconociéndose el costo de subsidiarlo o el de financiamiento, la solución podría ser peor que el problema. Precisamente, esta semana vi en redes una fracción de entrevista que dio Mulino años atrás, en la que criticó la iniciativa de Juan Carlos Varela de construir el dichoso tren. Mulino describió el proyecto como “un buen cuento chino; impagable; no hay manera de sustentarlo bajo ninguna circunstancia”. Bastaron unos meses en el poder para que Mulino hiciera lo que le criticó a Varela: no sustentar su factibilidad. Puede que su ferrocarril sea una solución en el presente, pero también, de costos elevadísimos a mediano y largo plazo. El caso es que con Mulino siempre hay dos versiones distintas de lo mismo. Cada vez que habla me pregunto si él es la versión local del Dr. Merengue.
Además, no veo un plan de recuperación económica ni de austeridad gubernamental ni planes para mejorar la educación de quinta que reciben los jóvenes, y que ahora empeorará, no solo por la prolongada huelga de los educadores, sino porque el Gobierno –que la atizó el paro y que criticó el gran daño que causaba– prevé para 2026 presupuestos miserables para las universidades estatales, lo que empeoraría las condiciones y calidad educativas. Una vez más, dos caras opuestas. Y, si esto no es hipocresía, que alguien me diga qué es.
Este fariseísmo del Gobierno es lo que alimenta y acrecienta el descontento que subyace en la “paz” impuesta por el Ejecutivo a punta de garrotes, perdigones, gas lacrimógeno y el temerario e incesante rofeo de Mulino y de sus ministros, tal como ha quedado demostrado en sus figuras clave. Incluso, entre personajes de segunda, como el viceministro de Gobierno, que le sobra tanto tiempo que no halla nada mejor que insultar en las redes.
Hago un alto aquí, porque tal parece que la tolerancia a la crítica de este servidor es cero. La ministra –su jefa– y el presidente –el que lo nombró– ni se inmutan por lo que este funcionario dice con su iracunda inteligencia intestinal. No cuesta imaginar cómo, secretamente, es aplaudido de pie, mientras sus jefes murmuran para sí: “bien hecho”. Pero dudo que un movimiento serio de derecha apruebe sus desatinos o su discurso de odio a la izquierda.
Ahora bien, si tanto le molesta la izquierda, debería hablarle a Mulino sobre el proyecto de interconexión eléctrica propuesto por el presidente colombiano Gustavo Petro, iniciativa de un militante de izquierda, que, por ser del otro lado de la acera, sus ideas deberían descalificarse por ser “zurdas”. Y supongo que desaconsejará a Mulino visitar a Lula da Silva, otro presidente de izquierda (y sindicalista).
Pero, volviendo al tema, no sé cuándo Mulino informará sobre sus ideas para explotar la mina ni sabemos si First Quantum aceptará pasar de ser el mandamás a mandadero. Lo que Mulino sí debería saber es que, si hay protestas por la mina, también habrá razones no explícitas, como su soberbia, su autoritarismo e hipocresía y ese aire de autosuficiencia con el que nos dice que el Estado es él y no nosotros, sin olvidar que aún subyacen sus promesas no cumplidas, como empleos seguridad y el chen chen. Desde ahora debería propiciar un clima de paz, no de imposición ni provocación, como ha sido su actitud desde que habita el Palacio de las Garzas, o tendremos nuevamente un país revuelto.


