Panamá es un país marcado por la desigualdad. Mientras la zona interoceánica concentra el grueso del producto interno bruto, el resto del territorio nacional vive en el rezago, la desconexión y la pobreza. Es una paradoja dolorosa: estamos en el corazón del comercio mundial, pero buena parte del país ni participa ni se beneficia de esa posición privilegiada.
Esto no es nuevo. Así fue también China hace varias décadas: una pequeña élite costera conectada al mundo y un vasto territorio interior empobrecido. La diferencia es que China decidió actuar. Desde 1980, con la creación de las Zonas Económicas Especiales, comenzó a transformar regiones aisladas en motores de desarrollo industrial, agrícola y logístico. Shenzhen, que era una aldea de pescadores, hoy es una ciudad más rica que Hong Kong. ¿Por qué no podría Panamá hacer algo similar?
La idea no es copiar a ciegas, sino adaptar con inteligencia. Nuestro país puede crear Zonas Logísticas Regionales Especiales ancladas en nodos estratégicos como Puerto Armuelles, Chiriquí; Puerto Mutis, Veraguas; la Costa Abajo de Colón; Darién; y Azuero. Cada una con vocaciones productivas distintas: agroindustria, manufactura ligera, industria alimentaria, turismo sostenible, servicios marítimos, biotecnología. Territorios que hoy están abandonados podrían integrarse al mundo con reglas claras, infraestructura moderna, educación técnica y una visión compartida de futuro.
Para lograrlo necesitamos más que leyes o decretos. Requiere voluntad política, planificación territorial, inversión pública estratégica y una apertura real a la inversión privada nacional e internacional. También exige algo aún más difícil: dejar de pensar a Panamá desde el centro, y comenzar a pensarlo desde sus bordes. Incorporar al mapa económico nacional a las provincias olvidadas no es un acto de caridad, es una decisión de inteligencia nacional.
¿Puede Panamá tener su propia Shenzhen? Sí. Pero primero debemos convencernos de que cada región del país puede ser parte de una nueva geografía del desarrollo, donde la posición geográfica ya no sea un privilegio de pocos, sino una palanca para la prosperidad de todos.
El autor es exdirector de La Prensa y empresario.

