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¿Pueden las vacunas ayudar a proteger contra la demencia?

¿Pueden las vacunas ayudar a proteger contra la demencia?
Hay 47 millones de personas afectadas de demencia. Fotolia

Generalmente cuando hablamos de vacunas, pensamos en su efecto inmediato: la protección contra infecciones como la influenza, la covid-19, la neumonía o la hepatitis. Pero la ciencia comienza a revelar un beneficio inesperado y mucho más duradero. Además de salvar vidas en el corto plazo, las vacunas podrían también ayudar a reducir el riesgo de demencia décadas más tarde.

La demencia, y en particular la enfermedad de Alzheimer, es uno de los desafíos de salud más apremiantes de nuestro tiempo. Afecta la memoria, el pensamiento y la independencia de millones de personas, y a medida que la esperanza de vida se alarga, la cifra de quienes conviven con esta condición sigue creciendo. Por décadas, la búsqueda de estrategias preventivas ha sido infructuosa, pero investigaciones recientes apuntan a una conexión estrecha entre el sistema inmunológico, las infecciones y la salud cerebral.

Los virus y las bacterias no son amenazas pasajeras. Cuando enfermamos, el cuerpo responde con inflamación para combatir al invasor. En ocasiones, esa inflamación se prolonga y llega al cerebro, causando daño a las neuronas y alterando la comunicación entre células. Con el tiempo, este daño puede manifestarse como pérdida de memoria y mayor vulnerabilidad a la demencia. Hoy sabemos que infecciones comunes, como el herpes simple, la varicela-zóster, la influenza y la covid-19, se asocian con un riesgo mayor de desarrollar Alzheimer.

Un estudio reveló que las personas mayores que tuvieron covid-19 tenían hasta un 80% más de probabilidad de recibir un diagnóstico de Alzheimer en el año siguiente, y otras investigaciones han identificado cambios cerebrales vinculados a esta enfermedad en quienes padecen covid prolongado.

Frente a este panorama, las vacunas parecen ofrecer un escudo de doble filo: protegen contra las infecciones inmediatas y, a la vez, podrían reducir la inflamación crónica que a largo plazo daña al cerebro. Un estudio reciente con datos de 130 millones de personas encontró que quienes recibieron vacunas contra la hepatitis A, la tifoidea y la difteria tenían menos probabilidades de desarrollar demencia. Otras investigaciones muestran reducciones de entre 25% y 40% en el riesgo de Alzheimer entre personas vacunadas contra la influenza, el neumococo o la varicela-zoster. Estas cifras sugieren que las vacunas no solo entrenan al sistema inmune para repeler virus y bacterias, sino que también modulan las respuestas inflamatorias que, sin control, terminan desgastando el cerebro.

Este hallazgo cambia la forma en que pensamos sobre las vacunas. Ya no son únicamente un seguro de vida frente a epidemias o pandemias, sino también una posible inversión en nuestro bienestar cognitivo futuro. Así como hacemos ejercicio para fortalecer los músculos o vamos al dentista para cuidar los dientes, mantenernos al día con las vacunas podría convertirse en una estrategia más para proteger la memoria y la lucidez en la vejez.

Por supuesto, la prevención de la demencia no depende solo de las vacunas. Una alimentación saludable, la actividad física, la estimulación mental y el contacto social siguen siendo pilares fundamentales de un envejecimiento activo. Sin embargo, agregar las vacunas a esta lista de hábitos preventivos abre una oportunidad poderosa y accesible para reducir el impacto de una de las enfermedades más temidas del mundo.

Aún queda mucho por investigar sobre la relación entre inmunidad, infecciones y salud cerebral. Aun así, la evidencia disponible es alentadora: si nos protegemos de las infecciones hoy, también podríamos proteger nuestra salud cognitiva a medida que envejecemos.

Los avances en esta línea de investigación podrían llevarnos a reconocer a las vacunas como parte de un enfoque integral de prevención que incluya tanto la salud física como la cognitiva. En un futuro próximo, la vacunación podría considerarse no solo como un escudo contra las infecciones, sino también como una de las mejores inversiones para mantener la mente clara y la memoria intacta a lo largo de los años.

La autora es Directora Ejecutiva de CEVAXIN e integrante de la Fundación Ciencia en Panamá


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