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Que no pare la fiesta

Hemos vivido una larga fiesta donde nadie se ha preocupado por la cuenta. La única preocupación ha sido mantener un estilo de vida insostenible, de fiesta en fiesta, de borrachera en borrachera. El problema de este estilo de vida es que nunca ha permitido estar sobrios para reflexionar sobre cómo vamos a pagar toda esta fiesta.

Lo hemos pasado bien, y claramente cuando vives desconectado de la realidad, pensando que puedes vivir en ese mundo ficticio, donde todo es buena música, buenos tragos, risas y ese sentimiento de alegría que invade el cuerpo cuando se disfruta la fiesta, es casi como una droga que nadie quiere dejar.

Ahora el problema es que viene lo que a nadie le gusta después de una buena fiesta: la goma. Pero esta goma no es de un fin de semana, sino de años de darlo todo. El problema cuando viene la resaca es que el cuerpo y la mente vuelven a la realidad, y para muchos, es tener que hacer frente a la realidad y encarar la responsabilidad de los actos realizados.

Esta es la descripción de lo que ha pasado durante las últimas administraciones en el país. Nos han vendido una súper fiesta donde, a punta de gasto y deuda, nos emborracharon y nos hicieron creer que la fiesta podía durar para siempre. Que la cuenta nunca llegaría y que, al final, qué importa. Alguien en su momento la pagará.

El problema ahora es que la fiesta se acabó, y la resaca nos obliga, como diría Ayn Rand, a ser responsables de las consecuencias de haber querido evadir la realidad. Una realidad que nos obliga a amarrarnos los pantalones y aceptar que, por querer evadir, ahora el precio que tendremos que pagar trae consigo una desmejora del bienestar en el corto plazo mayor de si hubiésemos sido responsables desde que todo esto empezó.

Desempleo, inseguridad, deuda, corrupción, jubilaciones y una cantidad de pésimos servicios públicos como salud, educación, y carreteras siempre han estado presentes. Solamente que haber aplicado las reformas necesarias en su momento hubiese sido menos doloroso y costoso de lo que ahora saldrá.

La pregunta hoy es: ¿Estamos dispuestos a ser responsables de nuestras malas decisiones o, en realidad, preferimos seguir con la irresponsabilidad y patear la pelota, esperando que las futuras generaciones sean las que paguen la irresponsabilidad de pagar una fiesta a la cual nunca asistieron?

Estamos en la delgada línea entre elegir si nos volvemos alcohólicos y terminamos perdiendo el control de nuestras vidas, donde la mente permanecerá evadiendo por siempre la realidad, o tomamos la difícil decisión de rehabilitarnos, para recuperar el control de nuestras decisiones y poder vivir con los pies en la realidad que nos permita tener y dejar un futuro mejor.

El autor es miembro de la Fundación Libertad


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