La historia de Panamá está marcada por grandes obras de infraestructura que transformaron no solo nuestro territorio, sino también la vida de miles de personas. Uno de los ejemplos más emblemáticos es la creación del lago Gatún a inicios del siglo XX, asociada a la construcción del Canal de Panamá, una hazaña de ingeniería sin precedentes para su época, que implicó el desplazamiento de comunidades mediante un proceso carente de respeto por los derechos fundamentales de aquellos que resultaron impactados.
En aquel entonces, no existían estándares internacionales asociados a los derechos humanos aplicables a procesos de reasentamiento. Las personas solo eran reubicadas; poco importaba su opinión y contaban con escasa información, sin opciones reales de compensación ni acompañamiento que garantizara el restablecimiento de sus medios de vida. Un modelo que afectó a generaciones enteras. Era otra época, otro paradigma y otro mundo. Pero los tiempos han cambiado, y con ellos también ha evolucionado la forma en que se gestionan los proyectos de gran impacto.
Hoy, el desarrollo ya no puede medirse solo en kilómetros construidos o en volúmenes de agua almacenada. También debe medirse en calidad de vida, justicia social y sostenibilidad. En ese contexto, la Norma de Desempeño 5 (ESS5) del Marco Ambiental y Social del Banco Mundial —adoptada por la Corporación Financiera Internacional (IFC) y aplicada hoy por múltiples organismos multilaterales y gobiernos responsables— representa un cambio fundamental: pone a las personas en el centro de los proyectos de desarrollo. El Canal de Panamá acoge esta norma como una mejor práctica que podemos ajustar a nuestra realidad, considerando la diversidad sociocultural de las familias y comunidades de la cuenca del río Indio.
Esta norma establece que el desplazamiento físico y económico de comunidades debe evitarse siempre que sea posible, pero, cuando es inevitable, tiene que manejarse de forma planificada, participativa y justa. Exige, entre otras cosas: consultas tempranas, libres e informadas con las comunidades afectadas; compensaciones justas y suficientes, no solo por la tierra, sino también por el restablecimiento de los medios de vida; reasentamientos que permitan a las familias mantener o mejorar su calidad de vida; mecanismos de quejas accesibles y eficaces; y seguimiento posterior a la reubicación para asegurar que las soluciones funcionen.
El Canal de Panamá mantiene el compromiso de aplicar las mejores prácticas como base para el diseño y ejecución del proyecto estratégico del lago de Río Indio. Allí no solo construirá un lago: construirá el futuro. Y ese futuro debe incluir a todas las personas, especialmente a quienes estén directamente dentro de la huella del proyecto.
Uno de los componentes más importantes del proyecto es, sin duda, trabajar de la mano con las 550 familias que deben ser reasentadas. Este es un tema prioritario para el Canal de Panamá, y nuestro compromiso no se limita a cumplir con una norma técnica; requiere de personal comprometido, con una profunda convicción que promueva el acceso a la información, la participación pública y el respeto a los derechos de quienes habitan estas comunidades.
Desde el primer momento, hemos asumido que el reasentamiento no puede ser un proceso unilateral ni improvisado; por el contrario, debe ser fruto del diálogo, del reconocimiento de las necesidades y aspiraciones de las familias, y de una planificación detallada que permita no solo mitigar los impactos, sino también generar oportunidades de desarrollo local. Se trata de un proceso en el que panameños nos preocupamos por panameños, dentro y fuera de la cuenca del río Indio.
Nos aseguramos de que las familias sean informadas y participen activamente en el proceso de toma de decisiones. Esto forma parte de una estrategia más amplia que busca asegurar el agua del futuro para el país, al tiempo que, juntos, impulsamos el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades de la cuenca del río Indio.
Estoy convencida de que Panamá, una vez más, puede y debe liderar modelos de infraestructura que combinen progreso, equidad y sostenibilidad, y que sirvan de ejemplo para el resto del continente. El proyecto del lago de Río Indio tiene el potencial de convertirse en un referente regional si se ejecuta con la misma visión con la que se desarrolló el proyecto de ampliación del Canal.
Reconocemos que no basta con hacer bien las cosas desde la ingeniería; también hay que hacerlas bien desde el respeto, la escucha y la justicia social. Significa que hemos aprendido de nuestra historia y que estamos dispuestos a hacerlo mejor, considerando experiencias pasadas, lecciones aprendidas y atendiendo las recomendaciones de organismos internacionales.
Como panameños, tenemos la responsabilidad de demostrar que es posible avanzar sin dejar a nadie atrás; que es posible transformar el territorio, sí, pero también transformar nuestra manera de relacionarnos con quienes lo habitan.
El reto es grande, pero también lo es nuestra convicción. Porque, cuando se trabaja con respeto, transparencia y compromiso, el desarrollo no se convierte en una amenaza, sino en una oportunidad. Una oportunidad para construir no solo un lago y proteger una cuenca hidrográfica, sino un futuro más justo y sostenible para todos.
La autora es gerente socioambiental del proyecto del Lago de Río Indio, Canal de Panamá.

