Hablemos de algo esencial: la rehabilitación para las personas con discapacidad. En primer lugar, es clave entender que una discapacidad puede adquirirse en cualquier momento de la vida, ya sea por una condición genética, una enfermedad o un accidente. Nadie está exento. La discapacidad no discrimina por género, clase social, edad, religión ni nacionalidad.
Cuando una persona recibe un diagnóstico que implica una condición permanente o limitante, se enfrenta a muchos retos: dudas, temores, falta de información, frustración. Por eso es fundamental recibir atención profesional desde el primer momento, tanto para la persona con discapacidad como para su familia, que muchas veces tampoco está preparada emocional ni mentalmente para este nuevo camino.
En Panamá existen instituciones como el Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), que hace una gran labor, pero su atención está enfocada principalmente en niños. Es necesario ampliar esa cobertura y crear más centros de rehabilitación que atiendan a personas de todas las edades, ya que las limitaciones pueden aparecer en cualquier etapa, incluso en la vejez.
Además, es vital comprender que cada condición requiere un abordaje diferente. No es lo mismo atender a una persona sorda que a una persona ciega. No es igual trabajar con un joven con parálisis cerebral que con uno con autismo o síndrome de Down. Cada uno enfrenta desafíos únicos que requieren atención especializada.
También es importante valorar y apoyar el trabajo que hacen muchas fundaciones que, con recursos limitados, ofrecen terapias, formación y acompañamiento a niños y adultos. Estas organizaciones suplen en gran medida la falta de políticas públicas más inclusivas y sostenidas.
La rehabilitación no solo enseña habilidades prácticas; también fortalece la autoestima, fomenta la autonomía y conecta a la persona con otros que viven situaciones similares, generando redes de apoyo muy valiosas. Lo digo desde mi experiencia personal: como persona con discapacidad visual, la rehabilitación ha sido fundamental para desenvolverme tanto en mi vida diaria como en mi desarrollo profesional.
Rehabilitarse es un derecho y una necesidad. Es el camino hacia una vida más independiente, digna y plena. Que cada persona con discapacidad tenga acceso a ese camino debería ser una prioridad nacional.
La autora es periodista y entrenadora personal.
