Recuerdo el día que me dijeron que debía entrevistarla. Acepté, pero moría de nervios. Era tan auténtica… una mujer “sin pepitas en la lengua”. ¿Qué tal si hacía una pregunta desatinada? Su elocuencia me intimidaba; ese era uno de los miedos que tenía que enfrentar. Con apenas 16 años, tenía cero experiencia de vida para debatir y fundamentar criterios. Preparé preguntas. Practiqué hablándole al espejo. Vi otras entrevistas. Analicé qué le molestaba y de qué le gustaba hablar. Me preparé. Quería conocer a un referente como ella.
A medida que el día de la entrevista se acercaba, la admiraba más y más...
Consideré adentrarme en su hoja de vida densa y polifacética. Pensé que debíamos conversar sobre alguno de sus libros. Descarté la idea: me pareció cliché. Yo quería conocer a Rosa María Britton más allá de su pluma.
Era viernes 19 de mayo de 2017. Fue puntual. Aunque imponía respeto, me enganchó su alegría. En su versatilidad atisbé un alma libre, un espíritu renacentista. Todo lo que había esquematizado y preparado lo olvidé. Me dije, “a una mujer así de auténtica no le deben gustar las cosas ensayadas”.
“Bienvenida, Dra. Britton. Mi nombre es Laura y voy a entrevistarla. Me esforzaré por conocerla mejor, pero le confieso que estoy muy nerviosa”. “¡No se preocupe, mija! ¿Cómo es que te llamas?”. Así empezamos nuestra conversa.
Más allá de ser vanguardista, de no creer en la Iglesia y de opinar que se necesita educación sexual en las escuelas, conocí a una mujer apasionada, inteligente, con un cáustico sentido del humor, altiva y dispuesta. Dispuesta a querer lo mejor para su país y a luchar contra todo aquel que le pudiera hacer daño. Dispuesta a dar la cara y a ser consecuente entre lo que pensaba, decía y hacía.
“Ves que no te pasó nada, ojalá los demás me hicieran preguntas como las tuyas. Todos me preguntan lo mismo”. Fue lo último que me dijo, ya con la cámara apagada.
En Rosa María veo muchas de las virtudes que quiero cultivar en mi vida, incluida la agilidad para escribir y la lealtad a sus causas. Su vida se caracterizó por ser la heroína de aquellos sin voz. Su trayectoria habla de retos y de consistencia.
Su legado incluye su diáfano ejemplo: su persistente curiosidad científica y su lealtad a sus creencias. No le importaba lo que dijeran de ella por sus opiniones controversiales. No hablaba de más, sino de lo que sabía y creía correcto
Igual que muchos, me la imaginaba eterna. Se fue de esta tierra habiendo hecho todo el bien que un ser humano puede aspirar a hacer. ¡Qué manera de partir! Estoy feliz por ti, Rosa María, porque rosas como tú, jamás se marchitan.
La autora es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación.
