Ha culminado la reunión que convocara el papa Francisco, para “tomar medidas concretas y eficaces” ante los abusos sexuales a niños, por parte de sacerdotes y monjas de la Iglesia católica. A pesar de toda la expectativa que generara cuando fue convocado, el resultado final deja un mal sabor en mucha gente. Principalmente en miles de víctimas, que han llegado a calificar como “una burla” todo el ejercicio.
De todos modos, hay que reconocerle al papa Francisco que el simple hecho de convocar a la jerarquía católica del mundo para tratar oficialmente un tema como ese y de forma mucho más transparente de la habitual, ya tiene mucho mérito. Y no digamos incluir en las discusiones a las víctimas. Aquello implica muchos pantalones (o sotanas, quién sabe). Aunque muchos lo negarán, cuando Bergoglio comenzó a revolver esa cloaca maloliente, muchos pensaron que cualquier día le caería mal el café del desayuno y lo mandarían a reportar cara a cara al mismísimo jefe.
Encima, antes de comenzar las sesiones, el mismo papa dijo que muchas monjas han sido usadas prácticamente como esclavas sexuales por parte de sacerdotes que incluso las obligaron a “cargar con la vergüenza” de quedar embarazadas (fisiología que le llaman), teniendo que abandonar los hábitos (ellas, porque ellos siguieron haciendo lo mismo) o incluso obligándolas a abortar, con toda la paradoja moral que implica aquello, por parte de representantes de una organización que presume ser adalid del respeto a la vida desde la concepción.
Además de las obligatorias discusiones sobre los abusos y el execrable encubrimiento por parte de la jerarquía eclesial, otra de las grandes preguntas era si se abordarían temas medulares como la justificación del antinatural celibato, que muchos psicólogos y psiquiatras consideran elemento importante en estas conductas.
El caso es que después de una semana de discusiones, de la cual no se supieron grandes detalles, el documento que salió de allí desilusionó a muchos, porque no solo se obvió la mención del celibato y similares, sino que incluso reforzó la sospechosa discrecionalidad en el tema de la expulsión de la Iglesia de los culpables, la denuncia obligatoria de los abusos y las sanciones para las autoridades que encubren lo ocurrido. Hubiera sido muy incómodo tocar un tema que pondría en entredicho al mismísimo Juan Pablo II.
La sensación que queda es que Francisco consideraba insuficientes las conclusiones que a él le tocaría avalar como máximo vocero del evento. Bastaba ver su cara durante toda la semana, para sospechar que aquello no estaba saliendo como él había pensado.
Si “la iglesia es una organización formada por hombres pecadores”, eso mismo se pudiera decir de la mafia siciliana, el Tercer Reich o la Cruz Roja.
Hay que entender que este tema no tiene nada que ver con Dios, sino con lo que hacen personas comunes y corrientes que forman una organización que todos los días confirma que es igual que cualquier otra, con cosas buenas y cosas malas. La diferencia es que no todas las organizaciones del mundo tienen un reglamento interno para manejar delitos, al margen de la “ley humana”. Y eso es lo que ha incomodado más a la sociedad.
Encima, al día siguiente de terminado este sainete, Australia condena al cardenal Pelt, quien fuera muy cercano al mismo papa Francisco, por haber violado a un niño de 13 años, y haber molestado a muchos otros. Pero en fin, como dijo el mismo Francisco al presentar el documento, “todo fue culpa de Satanás”...
El autor es cardiólogo

