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Sábado picante

Sábado picante
El expresidente Ricardo Martinelli junto al director de Odebrecht en Panamá, André Rabello.

En dos semanas se celebrará la audiencia del caso Odebrecht, juicio aplazado el mes pasado, cuando casi todo el dream team de Ricardo Martinelli y de su círculo cercano dejaron ver al país de qué están hechos. El 12 de septiembre, 80 acusados y sus abogados se enfrentarán a los fiscales. Y, por la forma en que algunos imputados se expresan de la jueza del caso –Baloisa Marquínez– parece que temen por su suerte.

Pero no será cosa fácil para Marquínez, pues hay que reconocer que el Ministerio Público (MP) –por propia voluntad– se ha dejado vapulear, desplazando a las fiscales que le dieron forma al caso. Incluso, el exprocurador Eduardo Ulloa eligió a un abierto martinellista como su asistente personal. Y no creo que el actual procurador haga mucho para que la organización que representa se presente con toda la fuerza que posee. Y si pierde este, el juicio del siglo, ¿acaso, por pura vergüenza, Caraballo no debería renunciar? Salvo que la jueza valore correctamente las numerosas evidencias que hay contra los acusados en el expediente, no veo a los principales imputados en la cárcel.

No es que falten pruebas y testimonios en su contra. Lo que hace falta es voluntad, ganas, entusiasmo, valor, empoderamiento. Y echamos de menos todo eso porque la política local y su corrupción suele asesinar la pasión de fiscales y jueces por hacer lo correcto. Las armas asesinas son básicamente dos y, en casos extremos, hasta tres: miedo, dinero y extorsión. Armas poderosas, en especial si las dos primeras no dan resultado.

Sé que el juicio del siglo tiene dos frentes de batalla: uno público, el escenario formal; el otro ya se libra en escenarios oscuros, bajo las mesas, reuniones clandestinas o a través de mensajeros portadores de amenazas o súplicas. Este frente lleva ya tiempo desarrollándose, con desesperadas estrategias que incluyen, precisamente, las mismas armas y protagonistas. Pero este campo de batalla difiere del de los pinchazos. Aunque el MP va a la guerra con tropas deliberadamente diezmadas, el campo de batalla en el Órgano Judicial parece inusualmente agreste para el dream team.

Hasta ahora, y a juzgar por la desesperada reacción de los niños exploradores, esos que metieron más las manos que las patas, sus batallas oscuras las llevan perdidas. Incluso, de poco provecho ha sido la ayuda de sus encumbrados amigos, que poco han logrado a su favor. Pero no hay que subestimarlos. Uno de esos acusados ha demostrado ser eficaz en el uso de sus armas.

¿Quién ganará la guerra? Quisiera que mi apuesta por el resultado de este juicio fuera millonaria en fe, pero lo que pondré en la mesa es todo lo que me queda tras demasiadas derrotas: una microscópica parte de la que tenía. Lo que sí sé con seguridad es que, llegado el momento, el gobierno de Laurentino Cortizo será recordado por el resultado del juicio del siglo. Este es su procurador... y sus magistrados.


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