La Fiscalía General Electoral es el Cancún del servicio público: equivale a ganarse unas largas vacaciones pagadas. Pero la Procuraduría General de la Nación es una suerte de Ibiza y Las Vegas: todos sabemos lo que pasa –y no pasa–, pero lo que pasa allí se queda allí. Todos sabemos de la pandilla de cuello blanco que opera en el gobierno, pero parece que en el Ministerio Público hay un acuerdo con esos delincuentes: se paga pero no para investigar, sino para hacerse el sordo cuando el país entero grita que se investigue la corrupción.
Ponerle las manos encima a un ladrón electo por el pueblo debería ser gratificante, no solo porque ya no robará, sino porque estos tipos traicionan a su gente, sus orígenes y todo lo bueno que nos queda como sociedad. Ansían el poder para hacer lo que todos sabemos y, aun sabiéndolo, cada cinco años hay gente que se casa con la inmundicia; lo celebran con una gran “fiesta electoral” (o electorera) y al día siguiente empieza la robadera. Y, para garantizarse impunidad, en la Procuraduría nombran a un castrado. Por lo que hemos visto hasta ahora, en este gobierno ya van dos.
Con todo y sus errores, a Kenia Porcell le sobraba lo que a ellos les ha faltado: valor. Si algo les quedó de credibilidad es por herencia. La exprocuradora les dejó los casos de alto perfil de hoy, pero en estos cuatro años, los dos procuradores de este gobierno, ¿qué han hecho? Se han arrodillado a los más oscuros intereses que reinan en el país. Caso que abren, caso que cierran, porque para cerrarlos hay que abrirlos primero… y muchas veces ni eso. No hay pruebas, dicen los fiscales al servicio del hampa político.
Señor procurador: si no quiere líos, no debió aceptar un puesto que, por definición, es para causar líos. Si lo que quiere es plata, la empresa privada es el lugar donde debe estar y, si es poder lo que busca, sepa que tiene un costo y probablemente no es de su gusto, porque el cargo –sea quien sea que lo ocupe– tiene enemigos igualmente poderosos. Pero aceptó el puesto, y debo decirle que, si es por méritos, en lo que lleva hecho hasta ahora usted es tan apto para ese cargo como yo lo sería para astronauta. No digo que todo esté mal en el Ministerio Público, pero detener a una persona que hurta una gallina para comer no tiene mérito. El día que usted mande a la cárcel a políticos corruptos, quizá empezarán a salir de escena los que roban para comer. Y eso sí es meritorio.
Una vez Abraham Lincoln dijo que “lo que mata al zorrillo es la publicidad que se da a sí mismo”. Y usted, señor procurador, se está inmolando con su propia (mala) publicidad. El que le antecedió tuvo la grandeza de un petipuá y la fetidez del almizcle de mofeta que despide desde entonces lo sigue a donde va. Ojalá usted aspire a ser recordado mejor que eso. Se de casos que han llegado al Ministerio Público y están allí, invernando, sin avances, sin divulgación, todo a escondidas, como todo lo que se calla en La Vegas. En algún momento, esos casos verán la luz y espero que sean bajo su administración, porque, de otra manera, el olor a almizcle no se le quitará el resto de su carrera, ni aquí ni a dónde vaya.

