La semana pasada, en una entrevista que le hizo la periodista Flor Mizrachi al diputado Leandro Ávila (PRD), leí las respuestas más cínicas que he visto. Creía que Ávila era más o menos coherente y, pese a sus errores, pensaba que era de lo mejorcito del PRD. Pero, tras quitarse la careta, lo puse en el baúl donde están sus peores colegas.
Flor le preguntó por qué tantos millones para la Asamblea. Él respondió: “Instalaciones, sonido y votación”. Imagino que le pagan por voto, pues no me explico cómo muchos de ellos pasaron del Picanto y el taparrabo a la Land Cruiser y los trajes de Hugo Boss. Tanta plata para esos inútiles es injustificable. Y la mejor parte: Ávila dice que son transparentes. Por favor, señor, los diputados son tan transparentes como el diablo santo. ¡Usted es un cínico!
Luego, en un chueco ejercicio de transparencia que incluyó el cuento, confesó cuántos familiares tiene en el Estado. Aceptó cuatro: la esposa y tres hijos. Pero no puedo resistir pensar mal, porque aquél que admite cuatro… Me pregunto, ¿por qué tener a toda la parentela en el Gobierno? ¿No dan bola en la empresa privada? ¿Hay razones –menos transparentes– para ser funcionario? Y, por cierto, ¿dónde celebran sus reuniones familiares? ¿En el salón Chanchoré o el salón Azul de la Asamblea? El pavo, la rosca y el jamón de Navidad, ¿lo compran o lo consiguen en una junta comunal?
Podría decirse que su familia es modelo institucional: cinco miembros en el gobierno, sin contar la otra gente. ¡Ah!, sí, hay más… Pero son solo 60 ó 70, dijo. ¿Se supone que debo dormir mejor porque, según él, es de los que menos nombra? Entonces, ¿los otros qué? ¿Parentela y clientela: 100, 150, 200? ¿Cuántos son cash back?
Con razón Ávila quiere “nacionalizar” el proyecto de extinción de dominio. ¿Para legalizar la corrupción?, le preguntó Flor. “Como está –dijo– combatirá las finanzas de las organizaciones criminales y de cualquiera…” Ese “cualquiera” lo irrita. En esa palabra caben todos los delitos de corrupción. Y los políticos raramente se meten un tiro en el pie. “Ni el Ministerio Público ni el de Seguridad aprendieron nada: en el nuevo proyecto siguen metiendo más delitos de los necesarios”. ¿Desde cuándo perseguir el delito es demasiado? Hablemos claro: no quieren ahí los delitos de corrupción, porque para hacer quorum, se necesita la mitad más uno. Si se aplica la ley, jamás lo habrá con los cuatro gatos que queden. Perdón, los gatos también irían presos… mejor con los cuatro diputados que queden.
Flor le preguntó sobre la narcopolítica. “Tengo 15 años de estar oyendo eso y no he visto una sola denuncia”, dijo, incrédulo. Denuncias no, pero muertos sí. A cada rato hay un narcofuncionario preso o tirado en la calle con varias balas alojadas en el cuerpo. ¿Ávila vive en Narnia o qué? Tampoco se puede evitar –dice él– que se postulen narcopolíticos. Su consuelo es que “en toda familia hay una oveja negra”. Señor Ávila, ¿una sola? No creo que haya olvidado contar; lo que sí creo es que perdió la cuenta de su cinismo.
Con todo lo que dice, nos acusa de su mala fama. “Ustedes, los medios, son los culpables. Hay una campaña mediática permanente y sistemática contra la Asamblea”. No señor, no es contra la Asamblea. Ustedes son los que la enlodan, denigran, manchan, insultan, roban, deshonran, pisotean, ofenden, desprecian y envenenan con su presencia. Le aconsejo leer su entrevista, pero imagine que no es usted, sino Ricardo Martinelli. Quizá pueda reconocer su descarnado cinismo si imagina que la entrevista es a él y no a usted.
