Lecciones para el PRD (y los partidos en general) que dejó la contienda del pasado 5 de mayo. La dirigencia del PRD tiene tan atrofiado su olfato político –seguramente porque ya se acostumbró al estercolero en el que vive y prospera– que fue incapaz de imaginar, prevenir o visualizar la arrastrada que se le avecinaba con el peor de todos los candidatos presidenciales. Los diputados líderes de ese colectivo, así como el propio candidato presidencial, se creyeron sus propias mentiras; creían que pagando a los que asistían a sus manifestaciones ganarían. ¡Nada han aprendido! Las manifestaciones pagadas no ganan elecciones.
Las elecciones tampoco se ganan con las estupideces que se dicen en campaña ni con ridículas locuras, como bailar, cantar o manejar buses ni idioteces similares. Tampoco se ganan con discursos vacíos ni con plata ni dándole trabajo en el gobierno a miles de personas, con la esperanza de recibir sus favores, ni prometiendo lo que no van cumplir. A los debates se va preparado para decir la verdad, no para improvisar inventos ni multiplicaciones. Del otro lado de las pantallas de televisión no solo hay zombis.
El PRD sufrió la mayor derrota de su historia porque su candidato era lo opuesto a la simpatía y tan falso como soberbio. Además, era percibido como un cogobernante, ya que Nito estaba repartiendo pétalos de margaritas en el espacio exterior, mientras el país se caía a pedazos. Pero la derrota no es solo atribuible al candidato. Eso sería darle más importancia de la que en verdad tiene. Parte de culpa la deben asumir diputados del PRD, que también cogobernaron. Y eso le costó la curul a varios, pero, increíblemente, no a los debieron haber sido enterrados con su indignidad.
Si Crispiano Adames renunció como primer vicepresidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), al igual que la primera subsecretaria, la ministra Doris Zapata, ¿qué esperan para renunciar Benicio Robinson, Rogelio Paredes, Rubén De León, Carlos Pérez Herrera, Raúl Pineda, etc.? Están deslegitimados para seguir en el CEN: su vergonzosa incompetencia política ha puesto en serios apuros al PRD, sin contar el fraccionamiento que permitieron en el colectivo en plenas elecciones, con tres candidatos presidenciales (Gaby, Martín y Zulay).
Sencillamente, no deberían seguir en sus cargos porque, por su culpa, el PRD perdió tan estrepitosamente, sin importar sus 700 mil inscritos. Pero, viendo las cosas con ojos más críticos, ¿le importa a Benicio, a Huevito o algunos de ellos la suerte del PRD? La respuesta es no. No les importa porque no piensan como colectivo, sino individualmente. Ellos, personalmente, son capaces de prosperar en la adversidad y por eso les importa un rábano la colectividad.
Nada han dicho de renunciar. Están pegados con tuercas y tornillos al CEN, y la cobardía en el PRD les ayuda a mantenerse en esos cargos, como si los hubiesen comprado o heredado de por vida. Ese miedo de enfrentar a los más incapaces políticos del PRD le costará más elecciones y hasta puede que su existencia. Es inexplicable cómo se puede ser tan cobarde tras disputarle el Canal a la nación más poderosa del mundo. Si ninguno de sus miembros hace algo, será un hecho ver desaparecer el PRD, porque ninguno de ellos merecerá ser llamado dirigente, mucho menos líder.