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Sabrina Sin Censura: No. La mina no es el Canal

Dentro de la cantera de falsedades que impulsan la reapertura de la mina de Donoso, hay una que sobresale por descabellada y escandalosa: la comparación con el Canal de Panamá. La estrategia es clara: Minera Panamá, con un enorme déficit de imagen tras su historial de violaciones ambientales, protestas, fallo de inconstitucionalidad y rechazo social, busca igualarse al mayor orgullo nacional: la vía interoceánica.

Pero una mentira de ese tamaño no puede seguir repitiéndose impunemente en foros y redes sociales sin contrastar con hechos. Empecemos por lo obvio: En el mundo hay más de 700 minas de cobre, pero solo existe un Canal de Panamá. La vía y su ampliación han redefinido el comercio marítimo internacional y le han dado a la nación una posición destacada en el mundo.

El Canal ha forjado la identidad nacional, potenciado la posición geográfica del país y multiplicado su peso geopolítico. La lucha por la recuperación de la vía trajo la principal victoria diplomática de nuestra historia: los tratados del Canal que dieron al país soberanía sobre todo su territorio. Cuarenta y ocho años después se prueban más vigentes que nunca.

¿Puede compararse esto con la extracción de cobre por parte de una multinacional, en la que para rematar, otros Estados son accionistas? Solo en el universo de la publicidad engañosa.

El agua del Canal se puede tomar, de hecho, 2 millones de personas la beben todos los días. El agua de la tina de relave es tóxica. El Canal conserva bosques, la mina devasta su entorno. El Canal se está esforzando para ser carbono neutral, mientras que la planta de carbón de la mina puede acabar con la carbono-negatividad del país. Las comunidades alrededor del Canal de Panamá no tienen riesgo de enfermedad, mientras que quienes viven alrededor de la mina estarán expuestos a la contaminación.

El Canal tiene rango constitucional, y decisiones como su ampliación requirieron referéndum. En cambio, la reapertura de la mina (abierta de hecho desde que se permitió exportar cobre) significa darle la vuelta al fallo de la Corte y a la ley de moratoria minera.

El presidente Mulino anunció una “fórmula creativa” para que la mina sea de Panamá, sin concesión nueva, sin licitación y sin aprobación de la Asamblea. El “respeto a las leyes, el fallo de la Corte y el pedido de nuestro pueblo” de su discurso de toma de posesión se transformó en un plan “con paso firme” para disfrazar de “operador técnico” lo que en efecto será una nueva concesión a la misma empresa.

Un exabrupto en términos jurídicos y democráticos: no somete la decisión al contrapeso de los otros dos poderes ni a la voluntad de los ciudadanos. El presidente mundial de Transparencia Internacional advirtió que un asunto tan crucial para el futuro de Panamá debe ser consultado con la población tras un debate basado en hechos verificables. De eso no se habla.

La conversación gira en torno al argumento predilecto de políticos y empresarios: el dinero. Aquí también el contraste con el Canal es monumental. Los ingresos del Canal entran a Panamá; en el caso de la mina, las ganancias salían del país y se repartieron entre unos pocos.

Aparte de sus aportes a la economía, el Canal ha entregado al erario en 25 años 30 mil millones de dólares. Las autoridades no dan información sobre los aportes de Minera Panamá al Estado. La última cifra oficial fueron los 500 millones de dólares que “desaparecieron” en las arcas del gobierno anterior. En contraste la ganancia bruta de la empresa durante ese periodo suma más de tres mil millones.

No hay ninguna comparación entre la mina y el Canal y si alguna vez se parecieron, fue cuando el Canal era un enclave colonial que no generaba ganancias justas para Panamá. La mina, en cambio, pretende continuar siendo un enclave, pese al fallo de la Corte. Hoy vive en un limbo intencional que solo prolonga un modelo injusto para el país.

¿Qué hay entonces tras el afán del gobierno por reabrir la mina? Además de la necesidad de cuadrar las cuentas del presupuesto, una investigación de Concolón apunta a algo más: los nexos económicos -y enormes conflictos de intereses- entre el círculo cero del poder, la empresa minera y sus proveedores. La comparación entre la mina y el Canal no es una hipérbole de personas mal informadas: es una estrategia mediática para posibilitar el enriquecimiento de algunos, a costa del país de todos.


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