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¿Se nos perdió la brújula?

“América Latina” parte del continente americano que supuestamente agrupa a los países de habla hispana y portuguesa. Digo supuestamente, pues estos países, que una vez fueron causa del insomnio de Bolívar, pareciera que tenemos más de diferentes que de parecidos.

Quizás la división más sencilla es la de los que hablamos el idioma de Cervantes, traído por algunos que no se distinguían por su educación, sino que más bien venían en busca de un nuevo mundo “lleno de oro y plata”.

Y si hilamos aún más fino, nos daremos cuenta que el español que se habla en Uruguay, no se parece mucho al que hablan los mexicanos o al que hablamos quienes tenemos el privilegio de ser caribeños. Es que dentro de los mismos países encontramos variedad de acentos, estilos y palabras tan diferentes, que fácilmente pudiéramos calificar para contar nuevos idiomas.

Algo que, sí fue bastante similar en la década de 1960, fueron los golpes de estado, respaldados por los fusiles en su mayoría, que se repetían en los países, cayendo la democracia como pines de boliche, uno tras otro.

Varios de estos golpes de estado, se produjeron por diferentes razones, en las cuales no voy a profundizar aquí, sin embargo, la realidad es que algunos de los gobiernos que se dieron en esos años, se convirtieron en gobiernos populistas y evidentemente autoritarios. Varios se aliaron al narcotráfico, al tráfico de personas y armas y al lavado de dinero, en parte como medio de subsistencia y en otros por conveniencia propia.

En algunos casos, estos gobiernos fueron depuestos por luchas internas, que dividieron familias y destruyeron negocios mientras promovían la idea de un líder todopoderoso a quienes se le debían “favores” por salvarnos o “ayudarnos” a vivir.

Los años subsecuentes, vimos a una maltrecha democracia volver a hacer sus pininos en la política de estos países. Digo maltrecha, pues por un lado resurgieron los antiguos líderes políticos que estaban convencidos que eran imprescindibles y por el otro estaban los nuevos líderes que estaban convencidos que tenían la fórmula mágica para la necesaria reconstrucción.

En la realidad, ninguno de los extremos funcionaba, así tal cual como nos lo querían vender…

Esta situación generó sentimientos encontrados, pues estábamos a quienes nos gustaría que los dos bandos se encontraran en la mitad de un sendero que tenía mucho trayecto por construir. Creo que ese sentimiento se quedó en un deseo o pensamiento romántico.

En varios países se inició una “descalificación” de contrincantes que aún perdura en el quehacer político.

Así para muchos la “derecha” era sinónimo de abuso y ansias desmedidas de enriquecerse de la manera más rápida posible, aunque eso significara, abusar de sus trabajadores. Eran como los gobiernos de antes, donde 5-10 familias se alternaban en el poder, adquiriendo riquezas y beneficios de forma irregular o de forma privilegiada. También hubo quienes decidieron alojarse en un extremo inalcanzable, comparados solo con la vida “plástica” de Rubén Blades.

En el otro extremo, estaban los supuestos “desprotegidos” quienes se arropaban con una manta de “izquierda”. Estos en muchos casos, utilizaron frases “de guerra” similares y en no pocos casos se convirtieron en los nuevos ricos, algunos como resabio de las dictaduras, otros productos de “beneficios” obtenidos por los gobernantes de turno y otros estaban tan alejados de la realidad que se convirtieron en extremistas.

Así, la realidad más reciente de nuestros países es que pareciera que tenemos que escoger entre extremos que no le hacen ningún favor al país. Lo mas triste es que están convencidos que ellos tienen la solución para los problemas de todos, pero al final terminan solucionando solo sus propios “problemas” y los de sus allegados.

En otras palabras, pareciera que se nos perdió el centro. Compramos brújulas que solo nos indican el este y el oeste. De esto, hasta países como los Estados Unidos se han visto “viralizados” donde hay que escoger entre extremos. Ellos se han inventado una nueva izquierda “light” que estoy seguro de que nadie en la otra parte del continente, reconoceríamos como tal.

Todo es posible en nuestros países, pero ojalá no tuviéramos que votar por el menos malo; ojalá no tuviéramos que votar en contra de alguien, sino a favor del mejor. Ojalá pudiéramos tener candidatos que conozcan la izquierda y la derecha pero que caminen por el centro. Que lleven nuestros países por nuevos derroteros, donde los jóvenes puedan educarse para no depender de los políticos tradicionales. Donde todos tengamos los mismos derechos, sin discriminar. Donde haya la opción de tener buena salud y en su defecto los tratamientos estén al alcance de todos.

Yo sí creo que es posible tener mejores países y así un mejor continente, donde todos tengamos el mismo valor y que nos distingamos por nuestros valores y por nuestro propio desempeño. No seamos estatuas, seamos ciudadanos. Amemos este pedazo de tierra que nos vio nacer. ¡Claro que es posible!

El autor es analista político y activista cívico


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