I. Pensador empático
Un hombre escultor de los afanes de la nación, que dedica su vida a bregar por su bienestar integral, sin intolerancia de ninguna índole, cobijado en la esfera dialéctica de Aristóteles y Locke; acepta la controversia con elegancia filosófica, con vocación y pericia espartana y dedicación esmerada, propia de un caballero templario; capaz -por su amplitud de miras, sin complejos subalternos- de aceptar planteamientos o reflexiones de otros, contrarios a los suyos; reconoce errores propios con alegatos de sabiduría y humildad; en los fragores para superar las limitaciones, problemas e incomprensiones prevalecientes, se dedica con idealismo quijotesco al rescate de la patria de los peligros que la acechan, procurando su elevación y resplandor. Este sentir y vocación nacional que evoca Platón (no hemos nacido para nosotros, sino para la patria) no opaca su carácter y visión cosmopolita propia “de un ciudadano del mundo”, al decir de Sócrates.
La empatía cubre su personalidad; la cultura brota del manantial de sus palabras, siempre bien articuladas; el concepto de vida plena guía sus actos; la voluntad que anida en su alma es férreamente estructurada en acero aterciopelado, fortaleciendo su imagen de inocencia, humildad, frescura glacial y tranquilidad de roca inhiesta en el océano, que generan confianza y sentimientos solidarios; es un hábil y amigable componedor de controversias, por la autenticidad que destella su presencia, que se traduce en “la facultad de la gracia (carisma).” (Max Weber)
II. Mesa de Reflexión
Estos quehaceres intelectuales y principios elevados del espíritu los descubrimos todos los sábados, durante los últimos 16 años, en un desayuno alrededor de una “mesa de reflexión” que presido con honor, constituida por un grupo de amigos (32), hermanados por el cariño cultivado a través del tiempo. En todo momento se evidencia un sello natural e indeleble en su personalidad que refleja una postura de distinción, acompañada de ademanes y andar de caballero de alta dignidad y destellos de estirpe procera.
III. Ciudadano
En el análisis de la cuestión nacional, hace gala de una visión de águila que cubre todo el contexto que le permite penetrar el corazón de la República con lucidez y profundidad, proyectado por un cerebro de contenido y extensión oceánicos. Los ojos puestos en la historia, geografía, política y en el vasto panorama de aspectos sociales y económicos son merecedores de su férrea vigilia, crítica y preocupación. Esta visión comprende un enfoque orientado al deseo de desarrollo integral de la patria amada. En los avatares diarios de una ascendente trayectoria jurídica y política, parafraseando a Sófocles, al reflexionar sobre sus ejecutorias, se llega a la conclusión de que han sido espléndidas.
IV. Jurista
Jurista de jerarquía en conocimiento desbordante de los principios normativos, y dotado de excelsas cualidades morales y éticas. En su desempeño en los estrados tribunalicios es un leal y auténtico auxiliar de la administración de justicia. Dueño de una exquisita prosa, expresada en profundidad cervantina, en el marco de un exigente faro que ilumina las reglas de la gramática, armonizando con las argumentaciones teóricas y sustentaciones del articulado constitucional y legal.
Lo adjetivo y sustantivo del derecho se relacionan en sus análisis ubicados en la categoría de sus respectivos fines para la concreción de la justicia sin adulteraciones preconcebidas ni encubrimientos oportunistas. Se percibe en sus escritos jurídicos y políticos el interés de encontrar la justicia dentro de los fenómenos que conforman el objeto del conflicto en debate, guiando al lector con hilvanaciones conceptuales claras y convincentes que resquebrajan la oscuridad del entendimiento por el resplandor que procede de explicaciones y ejemplos que, como polvo de estrellas fugaces, ilumina el firmamento del problema objeto del escrutinio dialéctico. Lo anterior es el resultado de una mente cultivada por rigurosas lecturas y reflexiones, que crean sabiduría y sentido de responsabilidad académica.
La seriedad de estos alegatos es consustancial con su efervescente respeto al derecho y la justicia, que hace reflexionar con Esquilo, que exalta el triunfo trascendente de la justicia: “¡Oh!, bienvenida, antorcha que, en medio de las sombras, presagias la luz de la alborada”… “dígnate relatarme lo que es justo, lo que esté permitido, y conviértete así en médico de mi ansiedad”.
Ante la duda frente a lo nuevo, complejo o lo inverosímil, indaga, estudia y reflexiona para encontrar el acierto y expresar la verdad. En este sentido, Aristóteles enseña: “el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”, y Einstein sentencia: “Cualquier tonto puede saber; lo importante es comprender”. Este escepticismo también distinguió a Eurípides en la búsqueda de un “horizonte más limpio y generoso en que se ahoguen y desaparecen los horrores”. En el intrincado refugio del pensar creador, Descartes proyecta su yo así: “Pienso, luego existo”. Y don Quijote exclamó: ¡Sé quién soy!
V. Político
En el tumultuoso mundo de la política, ha participado con hidalguía, inspirado en la tolerancia, “altura de miras y convivencia laboriosa” al decir del patricio Justo Arosemena, teniendo como portaestandarte el bien común de Aristóteles.
Atraviesa pantanos sin ensuciar sus zapatos blancos y sin salpicarse del lodo (según reto del presidente Kennedy a un grupo de universitarios – participar en la política sin enlodarse).
Y en esta guerra política por el poder, como servicio público, docente y decente, de conformidad con su ilustrado credo, utiliza guantes transparentes y conducta diplomática, que según Napoleón “la diplomacia es la política en traje de etiqueta”.
En este mundo de la política vernacular, abundan los jefes de todo tipo, orientados por intereses múltiples e inconfesables. Mario Galindo no se inclinó ante ninguno de ellos. Ejerce el “oficio de la política” (Manuel Alcántara) con integridad, conocimientos y prácticas conducentes. Su rectitud supera con creces la preocupación de Diderot: es “…un engaño en un mundo en el que hay que mentir para decir la verdad y en el que es imposible hablar de manera directa e inequívoca” (Philipp Blom).
El doctor Galindo H. se dedica a la política con el desplazamiento de un consumado artista, con un guión ético y moral de reconocida aceptación de amigos y adversarios.
VI. Lector y maestro del lenguaje
Con un cerebro en rauda huida de su presencia física en una especie de destierro del presente circundante, Mario Galindo elabora en solemne soledad su visión con la destreza de un jardinero del cultivo de la palabra, rodeado de libros que inspiran sueños primaverales, en vez de arbustos otoñales que evocan pesadumbre.
Bobbio, rememorando su vida, expresó: “He pasado la mayor parte de mi vida en bibliotecas”. Sobre las ideas, Manuel Castells dice: “las ideas se ponen en circulación, se difunden, se intercambian y pueden hacerle más fácil a la gente conformar su propia opinión cuando está tranquilamente sentada en su cuarto de estar”. Es la complaciente soledad de ermitaño ilustrado.
Impregnado de ensueño contenido y sobrecogimiento espiritual surge su ideario que conjuga con la realidad; expresando esta construcción dialéctica con sabiduría, prestancia y certeza; utilizando un lenguaje transparente, como agua de lluvia al caer en el mar, capaz de trenzar la complejidad del tema abordado; desbordando claridad analítica y descriptiva, que permite iluminar el entendimiento y lograr la comprensión.
El estilo de una narrativa es esencial para penetrar el saber y oradar el conocimiento. Winston S. Churchill construyó un modelo de expresión que permitió ganar una guerra, mediante el genial empleo de la palabra: “Construye el relato como un atractivo entramado sintáctico y hasta fonético, en el que siempre hay una oración subordinada que ilumine la narración de los hechos con un pasaje anecdótico o una digresión filosófica” (Winston S. Churchill- Traductora Alejandra Devoto).
VII. Escritor
Así como lee, con dedicación integral, sin perder detalle, escribe libros, poseído por esta tónica espiritual. Se detecta en ellos sincronía entre forma, contenido, estructura y sintaxis. Descripciones moldeadas y franqueadas por líneas de estilo arquitectónico renacentista, fundamentadas en bases robustas como soportes a las ondulaciones armoniosas que hilvanan el contexto del tema.
Nada falta. Todo en su espacio y lugar, constituyendo una articulación marmóreamente trazada, “con una prosa tersa y elegante” (Omar Jaén Suárez).
VIII. Perfil de filósofo
La historia del conocimiento enseña que de las reflexiones por encima de las pasiones, de las incomprensiones y de los impulsos, nace el filósofo; el que piensa, trata de entender y luego actuar, comprendiendo el objeto y las circunstancias que motivaron su pensamiento.
En este sentido, “el filósofo,… desentraña las cosas en la medida de lo posible, las prevé, y se somete conscientemente a ellas: es, por así decir, un reloj que en ocasiones se da cuerda a sí mismo. A otros hombres los empujan sus pasiones, sin que sus actos estén precedidos por la reflexión; caminan entre sombras atormentadas. El filósofo no actúa en función de sus pasiones, sino después de reflexionar; viaja en la noche, pero lo precede una antorcha” (Philipp Blom).
IX. Valor
La honradez y solemnidad sustentan su jornada cívica, sin dobleces ni cobardía. El valor como sinónimo de intrepidez es llevado a la práctica con prudencia y ponderación, sin miedo, sino con ánimo espartano.
Shakespeare no concibe el sentimiento de miedo en el hombre, razonando con ironía: “De todas las maravillas que he oído, la que me parece más extraña es que los hombres tengan miedo”. El impulso natural de la condición humana que ha permitido su supervivencia responde a la virtud de “engrandecerse con el dolor y crecer en los peligros” (Eurípides).
En las tensas vibraciones de la adversidad entre el canciller Bismarck y Lassalle, este llegó a decir: “Si nosotros llegásemos a tener que cambiar disparos de fusil con el señor Von Bismarck, la justicia exigiría que confesásemos, aún en medio de las descargas: “Él es un hombre” (Emil Ludwing).
X. Idealista
En las alturas de su vida ejemplar, se mantiene alerta ante los asuntos nacionales y mundiales, sigue soñando sobre el brillante futuro que el destino le tiene reservado a Panamá, conserva las flechas de las ideas no guardadas en el cerebro o recogidas en algún baúl de piezas o trozos históricos, sino que las dispara en el espacio y el tiempo al compás de los acontecimientos. Estos ideales expresados con valor, fundados en la autoridad de la majestad conquistada por sus pensamientos, reflexiones y vivencias, mantienen vigencia en la conciencia nacional, “palpitando como astros de la noche” (Eurípides).

