Hace cinco años, en pandemia, mi hijo estaba en primer grado virtual. Mi esposo en una habitación trabajando, yo en otra intentando trabajar, cuando escuché a la maestra preguntarle a su clase de niños inquietos: ¿De dónde vienen los alimentos?
Luego de un largo e incómodo silencio… un niño grita: “de Apetito 24”, otro “del restaurante”. Yo, cruzando los dedos desde la pantalla de mi habitación, deseando que por lo menos mi hijo diga, del “supermercado” o del “chinito”…Hasta que lo escucho decir: “de la vaca, de las plantas”. Uff, hasta que respiré, y le dije a mi esposo, “hemos hecho algo bien”. Mi suegra es de Los Santos y mi mamá, de Chiriquí. Mi hijo, desde chiquito, ha visto cómo se hace el queso, ha sembrado y cosechado papayas y ha alimentado vacas.
Dos años más adelante, conozco a un joven de San Miguelito, primer puesto en su colegio, Franklin López. Todos sus compañeros talentosos querían estudiar medicina, ingeniería, o ciencias computacionales. Teniendo la oportunidad de estudiar becado en las mejores universidades del mundo, le pregunto: ¿Qué quieres estudiar? Y me responde con mucha seguridad: “Ciencias de las plantas”. Le pregunto por qué quiere estudiar eso, y me dice que él en secundaria había participado en la Feria Científica Nacional del Ingenio Juvenil de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), y luego, representando a Panamá, junto con Isabella Rodriguez en la Regeneron International Science and Engineering Fair (ISEF), se inspiró en una científica del “Space Plants Lab de la Universidad de Florida (UF)”, quien había crecido plantas en suelo lunar y él soñaba con seguirle los pasos. Pensé, “hemos hecho algo bien”.
Pasan dos años más, y este año, el Dr. Eduardo Ortega Barría, secretario nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, me ofrece regresar a trabajar en la Senacyt, esta vez como “Directora de Innovación Empresarial”. Invité a Franklin, actualmente estudiante reconocido en microbiología en UF, a ser nuestro pasante en la Senacyt y a apoyarnos con la base de datos de proyectos de bioemprendimientos. Uno de estos proyectos, que se financian desde nuestra dirección en la Senacyt, es con el Centro de Competitividad de la Región Central y Panamá Oeste (CECOMCE) y está liderado por el Dr. Aníbal Fossatti, investigador de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP). Como parte de este proyecto científico-tecnológico, se inauguró recientemente en la UTP el primer “Banco de Producción de Microorganismos para la fabricación de biofertilizantes en Panamá”. El proyecto está fomentando la innovación en la producción local de biofertilizantes y abonos orgánicos. Se estima que Panamá consume unas 100 mil toneladas de insumos y fertilizantes al año a nivel nacional y sabemos que la utilización excesiva de fertilizantes compromete la salud y bienestar de los ecosistemas (Kourgialas et al. 2017) Gracias a este bioemprendimiento “hecho en Panamá” con base científica y tecnológica, apuntamos al desarrollo de sistemas de producción agrícola innovadores, para que nuestro país no dependa completamente de la importación de fertilizantes y así poder asegurar la soberanía alimentaria. Estamos “haciendo las cosas bien”, pero necesitamos más. La Senacyt, junto con distintos organismos nacionales e internacionales, está diseñando una estrategia de bioeconomía y bioemprendimiento en Panamá, liderada por la Dra. Sandra Sharry y el biólogo Ediner Fuentes-Campos.
En un estudio de la consultora McKinsey del 2020, se indica que la bioeconomía podría tener un impacto global directo anual de entre $2 y $4 billones de dólares. Es muy importante seguir invirtiendo en una bioeconomía sostenible en Panamá, ya que la innovación en toda la cadena de valor bioeconómica, el uso sostenible de la biodiversidad, la valorización de residuos, el fomento de bioemprendimientos y el desarrollo de nuevos bioproductos y bioservicios no solamente tienen un impacto directo en la seguridad alimentaria, sino también representan una oportunidad de desarrollo económico y ambiental que Panamá no debe desaprovechar.
Sigamos sembrando esa “semilla” de curiosidad y ciencia en nuestros niños y jóvenes; permitamos el desarrollo de capacidades y tecnologías avanzadas para poder exportar productos de alto valor desde Panamá porque la “ciencia que emprende es innovación que impacta”.
La autora es directora de Innovación Empresarial de la Senacyt.

